miércoles, 25 de marzo de 2009

*~`Lo recuerdo como si hubiera sido ayer´~*


Los seres humanos somos criaturas que vivimos de la añoranza de tiempos pasados, de evocar las memorias de días mejores que se fueron como el agua que corre presurosa al mar de los empolvados recuerdos que caen por el desagüe. Vivimos pensando en retazos de nuestras experiencias, reflotándolas con la esperanza de asirnos a ellos como una tabla que nos mantenga a salvo del día a día que nos toca vivir. Añoramos esas experiencias que de un modo u otro significaron un punto de cambio en nuestras vidas, el primer día de escuela, el primer viaje solos, el primer amor no correspondido, el primer amor que valió la pena y obvio el que no, el primer beso, la primera vez, la primera decepción y otra larga lista de primeros etcéteras.

Claro que no todas las experiencias tienen el mismo valor, no es lo mismo recordar tu primer grano en la pubertad que el recordar el primer abrazo que te diste con esa persona que te movía el piso. Bajo esa premisa hay cosas que merecen ser recordadas y otras que ojalá se pudran entre el fango pestilente del más sacro olvido. Hay de todo en la viña del señor, y ciertamente hay recuerdos que quisiéramos que nos acompañen toda la vida, o por lo menos hasta que el Alzheimer nos menoscabe las facultades mentales más básicas.

Por ejemplo nunca voy a olvidar el primer viaje que hice con unos amigos a una ciudad que estaba al otro extremo de mi ubicación geográfica natal (dentro de mi país, claro está, aun no junto las rupias suficientes para poder ir a la India). Fue el último año de escuela, nosotros participábamos en la Feria Nacional de Ciencias, pero no dejen que el evento los engañe, no éramos (ni somos, mucho menos seremos) chicos devoradores de libros, tecnófilos adictos al álgebra y aficionados a resolver algoritmos con tres variantes. Al contrario, nos gustaban las cosas simples de la vida, como evadirnos del colegio para ir a casa de Juan (nombre que protegerá la identidad del segundo implicado) a tomar unas cervezas y jugar El Señor de los Anillos en la Play Station del “Chino” Ramiro (nombre que casi no reserva la identidad del “Chino”, pero algo hará). Hasta nuestro proyecto tenía algo que nos reflejaba, pues hicimos un insecticida utilizando alcohol y tabaco, dos sustancias con las que ya estábamos muy familiarizados.

Pero bueno, el punto es que ganamos las regionales y nos tocó ir hasta la competencia nacional, que se haría en la ciudad de Jauja. Nos preparamos para el viaje como si fuera una excursión más que una actividad que enaltecería los avances de la ciencia. Nos tomo casi veinte horas de viaje por tierra el llegar hasta allá, y si bien el bus que nos llevaba a todos los concursantes era cómodo, uno de los fulanos se antojo de llevar a su perrito y el pobre animal tuvo que evacuarse en el pasillo dándonos a todos algo que olfatear en el trayecto mientras nos acordábamos de la mamasita del cabrón ese (que como paradoja del destino nos ganó en la feria). La ciudad pese a ser de la sierra tenía una vida nocturna propia de las urbes del litoral, casinos, bares, pubs, restaurantes, teatros, shows en la plaza y nightclubs. Cuando llegamos nos instalamos en un convento que de día era una escuela para mujeres, por lo que se harán una idea de lo incómodo que era usar los baños comunitarios; pues si salías no tan temprano por la mañana te encontrabas con las chicas curiosas, y si ibas no muy tarde por la noche con las monjitas espantadas. Así que para evitarse situaciones bochornosas entrabamos a las duchas o muy tarde en la noche o casi de madrugada por la mañana, eso sin contar que el agua salía de las duchas casi congelada, una maravilla para la circulación, pero un desastre para el tamaño de…ok, continuemos.

El primer día nos la pasamos instalando el stand donde expondríamos nuestro proyecto hasta bien entrada la tarde y luego nos fuimos a turistear por la ciudad, preguntando lugares que visitar y mirando a las chicas que había por ahí (uno nunca sabe donde encontrará el amor o cuando menos un buen…ejemmm…ejemmm). Ese día nos dijeron que había un pub muy concurrido llamado “El Gato”, donde iban todos los jóvenes a escuchar música, beber, bailar y ligar, o sea todo lo que buscábamos. Paso el primer día y cuando nos aprestábamos para salir nuestro tutor, quien tenía que ir obligatoriamente con nosotros al viaje nos pidió que nos quedáramos a descansar la primera noche, para terminar de aclimatarnos, o si no podríamos terminar enfermándonos y perdiéndonos de lo que quedaba del viaje. Consideramos que tenía razón así que nos fuimos al convento dispuestos a dormir, pero al entrar todos los chicos estaban fuera jugando casinos, confraternizando y alguno que llevo su guitarra fungiendo de animador complaciendo pedidos musicales. Sobra decir que esa noche nos acostamos tarde, bien tarde, sobre todo porque acabando ese pequeño convivio, tuvimos que decidir cómo entraríamos tres tipos de tamaño promedio en dos camas de media plaza, porque ninguno quería dormir de a dos en un espacio tan reducido. Nos conocíamos bien como para dudar de nuestra hombría, pero con ese frío y todos sin novia, bueno, más valía prevenir, ¿no? Al final optamos por juntar las camas y dormir los tres en el espacio que había disponible, y todo fue bien hasta que en plena madrugada uno de nosotros termino colándose por el espacio que había entre las dos camas y terminó durmiendo en el piso, eso sí, bien abrigado por las sábanas.

El segundo día pasó sin nada interesante, salvo una horda de chiquillas que se enamoraron perdidamente de Juan, y se pasaron toda la mañana y la tarde siguiéndolo a donde iba, cargándole sus cosas y comprándole panes que parecían arena hecha bola, y dulces típicos de su región como Chiclets, Halls, chocolates y galletas Arcor, y otros similares… Esa noche salimos a jironear por la ciudad, primero fuimos a cenar con los demás participantes, pero siguiendo la lógica del “Chino”, debíamos hacer guerra psicológica si queríamos ganar, así que en lugar de comer el menú que nos daban a todos, nos pusimos nuestras mejores galas, ocupamos una mesa aparte de todos y ordenamos sendas pizzas familiares hawaianas y napolitanas, acompañadas de una jarra de sangría. Nos comimos todo ante las miradas de los ahí presentes, quienes luego de esa muestra de “originalidad” no nos volvieron a dirigir la palabra. Saliendo del restaurant, fuimos a una licorería, para apreciar su variedad etílica, y quedamos gratamente sorprendidos al ver que estaban muy bien abastecidos, aunque en ese momento no podíamos darnos el gusto porque al día siguiente nos tocaba presentar el proyecto ante el jurado. Para no quedarnos del todo con las ganas nos tomamos un roncito, como quien enfrenta el frío que hacía, y regresamos al convento cerca de la medianoche, donde cerramos el día botando al “Chino” en calzoncillo al corredor principal, mientras trabamos la puerta del cuarto con una mesa de noche que había ahí.

El tercer día salimos tarde, justo cuando estaban formando las colegialas en el patio de su escuela/convento; de más está decir que no fue muy agradable tener que atravesar el patio repleto de chicas curiosas ante los foráneos, sobre todo para Juan, quien se ganó suspiros, silbidos, piropos y un sonoro “ay mira que lindo el chatito”… Llegamos al stand y nos pusimos a exponer las maravillas del alcohol y el tabaco, como insecticida obvio, y así se nos fue toda la mañana y la primera mitad de la tarde. Cuando acabó todo eso regresamos al convento para cambiarnos, o eso intentamos, pero nos detuvo el sequito de admiradoras de Juan desgastándose en halagos y zalamerías sobre lo genial que estuvo nuestro proyecto y que de seguro saldríamos de ahí triunfantes. Cuando por fin nos libramos de ellas gracias al ingenio de Juan que las mandó a comprarle una gaseosa, pudimos volver a nuestro cuarto para ponernos más cómodos. Nos acicalamos, nos bien vestimos y sacamos la actitud más ganadora; listos para ir a la premiación partimos raudos esperanzados en recibir los lauros de la victoria, pero al llegar vimos con desencanto que el fulanito que llevo al perrito con problemas estomacales se alzó con la gloria, para estupefacción de todos los asistentes, pues el tipo quería purificar el agua usando radiación…RADIACIÓN!!!!... en fin, supongo que el jurado gustaba de la idea de tener agua limpia para poder ver nadar a las gráciles truchas con dos cabezas.

Salimos de ahí ofuscados por el resultado, pero rápidamente la indiferencia nos mejoró el ánimo, además que las fans de Juan llegaron a alzar su voz de protesta, diciendo que nosotros éramos los ganadores indiscutibles y esto era una evidente injusticia. Para esto Juan ya no sabía cómo sacárselas de encima, y lo peor vino cuando rodeándolo le pidieron su número telefónico, su e-mail y su dirección, tu sabes, para mantener el contacto. El “Chino” y yo no pudimos con nuestro genio y ante el nerviosismo de Juan les dimos todos los datos que ellas requerían, ellas muy agradecidas nos invitaron a bailar a “El Gato”, donde se ofrecieron a darnos una “cálida despedida”. La promiscuidad del “Chino” lo hizo aceptar en nombre del grupo, con lo que las muchachitas se fueron emocionadas a embellecerse, quizá. Juan totalmente desencajado dijo que ni huevón se iba con nosotros porque lo iban a violar, así que volvimos al convento para concertar que haríamos esa noche. Finalmente decidimos ir a comer y luego regresar a dormir, total el salir no era algo que realmente quisiéramos hacer, o eso pensaba yo.

Luego de volver del restaurant, donde nos unimos a la masa de comedores de menú, mientras que el fulanito radioactivo celebraba en su mesa, nos quedamos conversando sobre el viaje casi una hora. Eran ya las diez de la noche cuando Juan y el “Chino” decidieron salir con nuestro tutor a ver qué onda pasaba con “El Gato”, así si se encontraban con las acosadoras, tendrían el pretexto de haber ido con un profesor para poder proceder con las acciones evasivas. Yo me quede en el convento conversando con el guardián, el “tío Cirilo”, quien me contó de las variopintas leyendas urbanas de Jauja y del convento, como la monja sin cabeza… Ok sé lo que están pensando, por qué razón me quedé a oír a un vetusto y sus relatos de terror en lugar de salir con mis amigos a un pub a divertirme un rato… Bueno, la verdad pensé que regresarían rápido, pero volvieron casi a las tres de la mañana, y me dijeron que habían estado en “El Gato”, bebiendo un poco y conversando con algunos chicos de la feria, y que nunca llegaron las admiradoras de Juan. Yo me creí de pleno la historia que me contaban, sin imaginar que, y esto es una confesión entre botellas y cháchara que se dio casi seis meses después de este viaje, habían terminado entrando al nightclub que vimos el primer día que llegamos. Al parecer “El Gato” estaba muerto, o cuando menos agonizando, porque no había casi nadie ahí, y antes de terminar solos en el pub, o peor aún, solos con las Juan-fanáticas, decidieron ir a otro lugar, y que mejor que un nightclub para despedir con broche de oro el viaje. ¿El por qué de sus silencios? Simplemente temían que a mi se me pudiera escapar algo al contar las aventuras y desventuras del viaje, cosa que no tenía sentido porque me dejaría en evidencia a mi también pero cosas que pasan, cosas que pasan.

Al día siguiente emprendimos el retorno, y aunque yo no fui con ellos al club al menos me quedé con lo bueno de haber viajado, pues al llegar y retomar las clases, nos enteramos que la promoción había decidió no hacer el tradicional viaje escolar a Machu Picchu, y en su lugar harían un mega magnífico y fantástico reventón… De más está decir que la fiesta esa fue un asco, que terminó con peleas, borrachos siendo sacados a empellones y que todo acabo a las dos de la mañana. Con ese panorama tan deprimente nos sentimos como ganadores aunque nos haya derrotado un chico que tomaba agua irradiada, y aunque yo no haya conocido el nightclub “Dakota”.

Hoy ya van pasando seis años de ese viaje, y siempre que nos reunimos con Juan, porque el “Chino” ya anda en otras, nos acordamos al menos por un momento de todo lo que paso esa vez, sobre todo de sus fans y los panes de arena. Supongo que es como dicen en la televisión los ancianos sentados en sus mecedoras bebiendo una infusión, justo antes de que la pantalla se ponga color sepia y se oiga una música de rocola al fondo… Lo recuerdo como si hubiera sido ayer.



3 comentarios:

Jonathan dijo...

Lobo...
Eso lo tenías que poner en el otro blog y el viernes ¬¬

Aunque me da gusto que ya muestres señales de vida :)

Saludos!

Jonathan dijo...

Espera, me equivoqué, el viernes le toca a Ema a ti te toca mañana xD!!!

Anónimo dijo...

jaja ese "Juan" jaja ya veo xq sta tan pndiendt d star rodeado de chicas ahora xD no se agautna el hombre s todo un semental xD spero q las chicas le vengan asi pa q me las present(pero no d ese tipo de chiks q utilizaba mas como chachas del hogar xD)
Buen posteo Lobo xD jaja s una historia q qda para sus vidas d colegiales ..como me hubiera gustado vivira algo asi xD...vamonos a Jauja xD!!

p.D..dile a "juan" q sea mas aventado pa la proxima xD