lunes, 28 de septiembre de 2009

Eres Especial



¿Qué hace a alguien especial?... ¿Qué conjunto de características se requieren de forma manifiesta para que la persona que acaba de aparecer frente a nosotros deje de ser un simple peatón en este camino, y se irrogue el nobilísimo título de “alguien especial”?...

Para ser sincero, he de reconocer que en verdad no existe un estándar de atributos “especializantes”, ante los cuales remitirnos para poder realizar una comparación entre todos nuestros conocidos y poder determinar cuál de ellos despierta en nosotros, algo más que una inocente estima… Es más, en un supino error, yo solía pensar lo contrario, y al ser interrogado por los requisitos que debía cumplir aquella muchacha que seguramente se adueñaría de mis afectos más sinceros, procedía a detallar, cual lista del mercado, una retahíla de especificaciones, como quien describe lo que espera encontrar en el auto que piensa comprar… Obviamente, ante tamaña muestra de tozudez, me daba de bruces al ver que mi “bien planificado” Catálogo de Cualidades a Encontrar en una Mujer (CCEM para abreviar) resultaba harto insulso, ya que en un arranque más que hedonista, cite aptitudes y actitudes que consideré imprescindibles, y que definirían a mi mujer “perfecta”, sin contar con que yo no lo soy (me refiero a perfecto, aunque también se aplica a lo de mujer) ni por asomo, y desatendiendo a que dichos requisitos eran nada más que lo que toda la muchedumbre masculina de mi edad cronológica buscaba sin mayores miramientos…

Aunque con el discurrir del tiempo, y ya con la madurez sentando cimientos más férreos (aunque por decisión propia nunca del todo evidentes) en mi cabeza, me ponía a analizar esa vieja lista mental que más de una migraña me había traído, y no por lo disipado y amontonado de los “requisitos”, sino porque realmente no había algo esencialmente “especial”, pues quien lo leyera sólo encontraría una serie de adjetivos al azar, que lejos de definir a una buena muchacha, solamente esbozarían la más común de las inclinaciones post adolescentes respecto al sexo opuesto, una mezcla de criterios poco profundos y notoria superficialidad que de haber encontrado en aquel momento, es probable que me hubieran encandilado, pero que a la larga hubieran terminado por dejarme una sensación de que “algo falta”, conduciendo ese posible “hallazgo amoroso” a la franca debacle.

Haciendo memoria, puedo recordar al menos algunas de las cosas que en ese entonces pretendía ver en una muchacha, y que yo mal creía, eran los indicadores de su idoneidad para conmigo… aquí, a modo –precisamente- de lista, les dejo una muestra de cómo evoluciona la mente del ser humano, de etapa a etapa.

CCEM.

1.- Bonita

2.- Buen cuerpo

3.- Ojos claros

4.- Cabello largo

5.- Inteligente

6.- No sea aburrida

7.- Sepa bailar

8.- Deportista

9.- Talento artístico

10.- Buen gusto musical y en moda

11.- Sentido del humor

12.- No haya tenido enamorado antes, o ser cuando mucho el tercero

13.- Buena besando (Tremenda incongruencia con el punto anterior de aquella lista)

14.- Le guste salir de fiesta

15.- Sea loca como yo

Así iba, según recuerdo, esa enunciación de características que debían reunirse en una sola persona, para poder despertar mi interés. El más que obvio, que con una simple lectura uno advierte que no buscaba precisamente a mi futura esposa… ya que en lo rudimentario de aquella incipiente “necesidad” de tener a alguien a mi lado que detentara el título de “mi enamorada”, no miraba sino lo que de forma más inmediata me venía mejor (¿?), una muchacha de buen ver, que no fuera “taba” para evitarme los comentarios incisivos de mis amigos, que realizara actividades interesantes, no muy recorrida para estar en igualdad de condiciones, y que se prestara para amenizar las noches de los fines de semana entre algo de música, luces psicodélicas, cigarros y el –en ese entonces- infaltable alcohol…

Como podrán suponer, por aquellos misteriosos caminos que toma la vida, pese a haber hallado potenciales candidatas que encajaban en buena medida con lo requerido, no surgió un nexo que me hiciera tender hacia ellas, o sea que no apareció ese “algo” que ante mis ojos hiciera aparecer a alguna de ellas como “La mujer”, y me animara a incursionar –torpemente- en las lindes de la conquista amorosa… Con ello caí en la cuenta de que no podía definir cuan especial podría resultar alguien para mí, en base a quince puntos en un inventario intrascendente, que sólo obedecía a un criterio superfluo y que más allá de haber consignado que fuera inteligente, artista y deportista (tres cosas sumamente genéricas y que finalmente todos buscan), no aportaba más a mi realización personal.

Por suerte todos cambiamos de forma constante, al menos durante los primeros 25 años de nuestra existencia -madurar le llaman- y gracias a ello podemos ir puliendo, corrigiendo y definiendo cómo somos, qué queremos y a quién podríamos querer. Sobre esto último, es claro que ya no con listas, catálogos, tablas comparativas ni inventarios antojadizos, sino atendiendo a cuestiones que en verdad pueden determinar si aquella sonrisa es la que quieres ver –con la venia de Dios, Javé, Alá, Budha, Ganesha, Quetzalcoatl, Xenú o Taita Inti- todos los días que te restan… y precisamente esas “cuestiones”, tienen la cualidad de aparecer en el camino, sobre la misma marcha y sin que te hayas propuesto hallarlas premeditadamente, lo que las hace mil veces más geniales, por ir surgiendo como muy gratas coincidencias…

Eso me ha pasado, haber conocido a alguien sin habérmelo propuesto, ni haber estado en mis planes, tal como se lo dije a ella misma. Sobre todo, haber hallado en esa personita tantas cosas que me parecen geniales, tantas coincidencias, tanta afinidad, y especialmente tanta facilidad para hacerse querer y para hacer que yo deje que me quiera.

En ella se puede re-evaluar todo cuanto yo consideraba “especializable”, pues más allá de muchas cualidades que tanto antaño como hoy considero excepcionales, y que en buena medida ayudaron a despertar primero mi curioso interés y luego el más sincero de mis “Te quiero”, he descubierto y re-descubierto una gama variadísima de sensaciones y emociones que se encienden ipso facto cuando en mi teléfono celular aparece el aviso de una llamada entrante suya… emociones y sensaciones que se disparan con alegre frenesí cuando su voz se desliza queda por mis oídos… sensaciones y emociones que se llenan de sublime indescriptibilidad cuando toma mi mano, me rodea con sus brazos, y qué decir cuando rompemos el ruido con un prolongado silencio que no es más que el eco de un beso… Como si ello no fuera de por sí más que suficiente, está esa naturalidad con la que puedo ser yo mismo cuando estoy con ella, sin tener que adoptar poses formales, ni una absurda sumisión para no desentonar con su entorno, sumada a su propia naturalidad al ser, que la vuelve cada vez más encantadora para mí…

Ni en la más completa lista de 500 características, cualidades, actitudes, aptitudes, inclinaciones, gustos y aficiones, que yo pudiera haber redactado, o tan siquiera tentado imaginar, podría haber descrito la real magnitud de todo cuanto es ella… y francamente me alegro de no haberlo hecho, porque es más especial –así como ella- el ir descubriendo esas pequeñas cosas cada día, en cada palabra, con cada anécdota y en todas las miradas que me dejan callado y extraviado en sus preciosos ojitos marrones…

Si hay un adjetivo que se atreva a hacerle justicia… definitivamente sería “especial”… porque todo lo demás que pude, puedo y podré pensar en atribuirle… queda tácitamente evidenciado cada vez que la veo, y pretender enunciarlo significaría pasarme los próximos diez años sentado frente a esta computadora escribiendo hasta desgastar mis dedos si no el teclado… (y para ser honesto, mi amor, prefiero desgastar mis manos enteras, acariciándote)…

Aquí o en Taipéi, sabiendo por qué o ignorándolo por completo, y así te interese saber ese por qué o no… eres la primera persona a la que de verdad y sin exagerar, realmente puedo decirle lo especial que es, porque así lo siento… y eso mi Caperucita, te hace para mí la personita más especial que he conocido… y sin dudarlo, la única a la que quiero seguir conociendo…

Te quiero mucho, podrías quizá decir que tu más… pero eso es sólo hasta que yo te demuestre lo contrario…

Dichosas sean las coincidencias… qué más se puede decir…




~//^`` Reflexiones Matutinas XI ´´^\\~


..."De nada sirve tenerlo todo planificado... lo mejor de la vida sucede cuando menos te lo esperas"...


miércoles, 16 de septiembre de 2009

Te quiero muchisimo mi Caperucita Bella - 16-SET-2009

Hoy pudo ser un día ordinario, como cualquier otro, incluso hasta un día de aquellos que pasan con más pena que gloria... pero llegaste tú, mi Caperucita... y lo hiciste uno de los mejores días de mi vida con sólo dejarme sentir tus manos entre las mías, y al permitir que se diera la esperada colisión de mis labios con los tuyos, mientras mis ojos encallaban en la profundidad de tu mirada que me atrapa...

Quisiera decirte tanto Rosmery, pero cuando intento poner en orden las palabras que me parecen correctas, veo que ni se aproximan a todo lo que quiero decir para ti... Es que eres la persona más especial que he conocido... TE QUIERO MUCHISIMO mi Caperucita Bella... con todo mi corazón!!!!

16-Set-2009*

Un día que de seguro nunca voy a olvidar... pero por si acaso, que bueno es saber que estarás aquí para recordármelo...

~//^``Reflexiones Vespertinas #009´´^\\~


..."No quiero acostumbrarte a mí, ni que te acostumbres a que esté contigo, quiero que te acostumbres a ser feliz y que puedas ser feliz estando conmigo"...



La reivindicación fabular de Lobo 1.0


La Caperucita Multicolor y el Lobo Feroz:

La Caperucita Multicolor era por lejos la jovencita más linda de la comarca de Chiclayosburgo, y no sólo por las gracias que la adornaban, ya que además era muy dulce, tierna y bondadosa, o sea, estaba en todas.

Caperucita Multicolor vivía en un cómodo chalet adosado con su abuelito, su papá, su mamá, sus dos hermanas y su pequeña Sasha. Eran una familia muy feliz y unida, tanto así que Caperucita a veces dejaba a la pequeña Sasha recostarse en sus aposentos. Sus días pasaban entre su hogar, sus amigos, el “Charles Pradera de acondicionamiento corporal” y sus estudios en la noble “Academia de las Artes Curativas de Sanctoto Rivium”. Era una buena vida, tranquila y apacible.

Una tarde en la que Caperucita Multicolor no tenía que asistir a la Academia, su sacrosanta madre le encomendó la tarea de llevar una canasta con frutas y pasteles caseros libres de conservantes artificiales y grasas trans, a la casa de su abuelita en Sargento Lorestown, pero la instó a apurar el paso, ya que para llegar debía atravesar el bosque, y se comentaba que entre su colorido follaje habitaba un personaje extraño, y que más valía prevenirla ya que podría tratarse de un hombre malo, aunque en realidad era sólo un Lobo pelucón y medio vaguito, que gustaba de comerse la comida de la gente que pasaba por ahí.

Caperucita Multicolor escuchó a su madre, pero no se preocupaba por las advertencias ya que nunca había oído hablar del Lobo feroz en los cuatro años que llevaba pasando por el bosque, ya que esa era la única ruta para llegar a su Academia. Con suma confianza, pero con la humildad por delante, se puso sus botas blancas, un buzo plomo y una caperuza del mismo color, aunque olvidó su collet, pero como ya había salido decidió continuar, total, igual lo recuperaría después.

La bella Caperucita iba caminando entre las plantas que retoñaban con la cercanía de la primera, aunque hiciera más calor que de costumbre porque se acercaba el Fenómeno del Niño. Canturreaba alegre una canción de Marcela Mosqueda, cuando de pronto, así, sin previo aviso, apareció en su camino un Lobo melenudo y con cara de malo, aunque la Caperucita logro advertir que llevaba pegada una calcomanía de Hello Kitty en la basta de sus pantalones.

- ¡Oh! Linda Caperucita… que grata coincidencia el verte de nuevo por este, mi bosque.
- ¿Verme de nuevo? Pero si no recuerdo haberte visto antes, Lobito
- Este… ehmm… ¿Segura? Porque yo voy viviendo seis añazos acá y te he visto algunas veces caminando entre los algarrobos –le dijo el Lobo con cara de palteado-
- ¿En serio? Pucha Lobito, sorry… no me acuerdo haberte visto
- Mmm… es que yo soy de perfil bajo… ejemmm…ejemmm…
- Ahhh… ¿sabes? Me pareeeeeece… me parece, que te he visto antes
- ¡De verdad! –Y el Lobo sonrió ahora con cara de baboso-
- Sí… hummm… ¿tú algunas vez cantaste con el coro de los “Bestias del Bosque” en el aniversario del Sanctoto RIvium?
- ¡Claro!
- Ah ya pues, ahí te debo haber visto
- Bueno, bueno… ¿y qué te trae en esta ocasión por mis dominios? –Le preguntó endulzando melosamente su aguardientosa voz-
- Es que tengo que ir a casa de mi abuelita para dejarle esta canastita con frutas diuréticas y pasteles libre de conservantes y grasas trans.
- ¡Uy que rico! ¿Me invitas un pastelito? –Al tiempo que estiraba su pata para echarle mano un kekito de naranja huando-
- ¡NO! ya te dije que son para mi abuelita
- Mmmm… bueno… pero te recomiendo que vayas con cuidado…
- ¿Y eso?
- Es que en este bosque cuando cae la tarde aparecen muchos hombres malos, y si te ven solita e indefensa, te podrían robar la canasta, secuestrarte, quitarte las córneas para traficarlas en el mercado negro de órganos… cosas así, hay mucha maldad
- ¡Glup!... ¡asu!… este… y no conocerás un caminito –le dijo Caperucita Multicolor, recordando las sabias palabras de su madre sobre los “hombres malos”-… digamos… ¿más seguro?
- Mmmm… mira, si vas de frente por este sendero llegarás a Sargento Lorestown en 15 minutos, justo antes de que caiga la noche y aparezcan los hombres malos
- Muchas gracias Lobito, chévere con el dato, toma, atragántate con gusto –Y le dio ese pastelito de naranja huando al que ya le había tirado lente-

Caperucita Multicolor se alejó dando saltitos apurados por el camino que le había indicado el Lobo Feroz, mientras éste se deleitaba con el postre que le acababan de regalar. De pronto en su peluda cabeza se apareció una idea descabellada (valga la contradicción), iría a la casa de la abuelita de y se haría pasar por ella, así le darían todos los demás pastelitos y las frutas diuréticas… ñum…ñum… Con el cerebro en el estómago el Lobo tomó un atajo secreto llamado “Vía de Evitamiento” y llegó en cinco minutos a la casa de la abuelita de la linda Caperucita.

- Toc…Toc…Toc… -llamó a la puerta-.
- ¿Quién es? –Le contestó una voz amigable desde dentro de la casa-
- Soy un funcionario del SATCH señora, vengo a dejarle los recibos del pago de sus arbitrios para el período 2009-3 –El Lobo había aprendido algo de derecho husmeando entre las ventanas de la Escuela de Leyes de Sactoto Rivium-
- Déjelos por debajo de la puerto, jovencito –La abuelita también estaba en todas-
- Este… no… porque… tiene que firmarme el carguito de recibido, señito.
- Pásalo también por debajo, hijito, lo firmo y te lo devuelvo igual –Nada que hacer, eso es de familia-
- No, no… pero… un toquecito nomás… es que es un libro de registro y no entra por debajo de la puerta –Ahhh, el Lobo también está en algunas-
- Bueno hijito, te abriremos la puerta pues…

La abuelita bien confiada en que se trataba de un recaudador edil, no sospechó que al abrir la puerta entraría el Lobo con un hambre feroz y se encargaría de desaparecerla de la casa, para poder tomar su lugar…

Caperucita Multicolor llegó exactamente a los diez minutos, y para ese entonces todo parecía normal. Se acercó a la puerta y tocó el timbre (era mucha tecnología para el Lobo) cuando oyó desde adentro una voz medio extraña que trataba de sonar como la de una dulce abuelita, pero sonaba más como Gollum del Señor de los anillos… Caperucita dudó al principio, pero recordó que como a ella le choca bastante cuando se enferma de resfrío, quizá su abuelita también estaba malita y por eso sonaba como Melcochita con catarro. Con esa vocación de cuidado a los que tengan resquebrajada su salud, Caperucita entró a la casa y se dirigió al cuarto de su abuelita y lo que se encontró no era precisamente a una dulce ancianita convaleciente.

- Abue… ¿lita?
- Chi, mijita… pacha… pacha… acércate un poquito mach para poder verchte mejor
- Ok, ok –Y la desconfiada Caperucita se acercó a la cama sólo para confirmar sus sospechas-
- Aych mijita, que guchto me da que hayach venido a vichitar a tu pobre abuelita
- Ehhh… si abuelita, pero… pucha, te veo cambiadaza…
- Ech la edad mijita, ya llegarach… a mis añoch una cambia bien rápido…
- Así parece… no hace veinte días que nos hemos visto.
- Ejemm….ejem… suele pachar mijita…
- Hummm… oye abuelita, ahora que te veo bien… pucha, ¡que orejas más grandes tienes!
- Chon para oírte mejor, mijita…
- ¡Y manya! Que nariz más grande tienes
- Ech para olerte mejor, mijita…
- Y esos ojos abue… parecen dos huevos duros de doble yema
- Chon para verte mejor, mijita… aunque tengo miopía…
- Noooo… ¡y esos dientes! ¡Están enormes!
- No seas fresca mijita… no seas fresca… que sales perdiendo…
- ¿Cómo dices?
- No, no… digo que… SON PARA COMERME TODOS TUS PASTELITOS LIBRES DE CONSERVANTES ARTIFICIALES!!!!!

Y el Lobo saltó de la cama y se abalanzó sobre la canasta de la Caperucita Multicolor, que como está en todas (pero lo toma con humildad) no se sorprendió mucho con la develación de la verdadera identidad del impostor. Aprovechando la agilidad motriz que había adquirido por ir a las clases de baile en la “Charles Pradera de acondicionamiento corporal”, logró evadir todos y cada uno de los intentos del pesado Lobo por hacerse con su canasta. En una batalla épica de voluntades y tras casi una hora que les pareció apenas diez minutos por lo intenso de la batalla, un sudoroso Lobo pidió una tregua para ir a tomarse un Free Tea, lo que aprovecho la Caperucita para someterlo con una media Nelson más obstrucción de brazo. Sometido e inmovilizado el Lobo admitió su derrota y le aseguró que ya no intentaría comerse sus pasteles, pero Caperucita estaba más preocupada por su abuelita ya que temía que el Lobo abusivo le haya hecho algo. Con esa preocupación, Caperucita se aprestaba a ajustar más su llave paralizante cuando de pronto se abrió la puerta y entró la abuelita cargando un nuevo horno microondas.

- ¡Hijita! ¿Qué está pasando?
- ¡Abuelita! ¡Estás bien!
- Claro que estoy bien, corazón… me acabo de ganar un nuevo microondas en un sorteo del SATCH
- ¿Sorteo del Satch?
- Sí hijita, ese joven peludo de ahí vino a traerme mis recibos del SATCH y al parecer por haber pagado al día me dieron esto
- ¡¡Plop!!

La Caperucita soltó al Lobo y este le explicó que por merodear tanto en la Escuela de Leyes, había conocido a un Charles Perrault, un funcionario de Asesoría Legal del Municipio y se había hecho su asistente, así que tenía acceso a la base de datos de premiación de los contribuyentes y vio el nombre de la abuelita de la Caperucita, así que pensó en ir a avisarle para poder quedarse en la casa y poder comerse todos los pasteles. La abuelita estaba contenta con su microondas y no le importaba lo que había tramado el Lobo, pero la Caperucita, a quien lo peor que le podías hacer era mentirle, estaba enojada.

- Pucha, Lobo… ¿y por qué no me dijiste que querías tanto comerte otro pastelito libre de conservantes artificiales?
- ¬¬ te dije… y me respondiste que no me invitarías porque eran para tu abuelita…
- Ah verdad… je je je… pero nomás tantito…
- ¬¬ …
- Toma Lobito, porque mi abuelita ya no creo que me haga caso a la canasta… la acabo de ver sacando una pizza del refrigerador… como ahora tiene microondas…
Y la Caperucita compartió los manjares de su canasta con el Lobo Feroz, ambos se hicieron amigos, y como el Lobo conocía todos los recovecos del bosque, le ofreció ser su Lobo Guardián, así cada vez que ella tuviera que salir por esos lares él la acompañaría para cuidarla, y como muestra de su compromiso con ella, le entregó su parche de Hello Kitty, porque no tenía un anillo de plata con la cara de un lobo para entregarle…

Y esta es la verdadera historia, sólo que como el Funcionario del SATCH había permitido el acceso a la base de datos de los contribuyente a personal ajeno a la institución, fue destituido de su cargo y en represalia se encargo de difamar al Lobo contando una historia totalmente diferente en todos los blogs… y como en su versión había intriga, antropofagia, ambición, persecuciones, leñadores armados con filosas hachas, panzas cortadas y un desenlace trágico digno de la primera plana del Norteño… la gente se quedo con esa versión… Pero ahora lo saben… los lobos no son malos del cuento!!!!!...

Bueno… ejemmm…ejemmm… quizá un tanto feroces...

Sólo si se meten con su Caperucita Multicolor…





martes, 15 de septiembre de 2009

Te quiero, y no hace 20 días que nos conocimos


Alguna vez escuché decir a alguien que era complicado decir “Te quiero”, que se requería de mucha seguridad en el corazón y de vivir cada letra de esas dos palabras con un brillo en la mirada que no es más que el fiel reflejo de un calorcillo indescriptible en el pecho, que decirlo no debía ser algo mecánico ni por compromiso si no una sincera manifestación de la dulce emoción que te evoca aquella persona que tienes delante… porque sin eso eran sólo 8 letras sin significado, vacías, y que quizá podrían engañar a quien se las dijeras, pero que no podrían engañar jamás a quien las dijo…

Yo coincidí plenamente con esta idea, pues me pareció que llevaba toda la razón por donde se le mirase… ¿pero cuánto tiempo puede tomarte el decirlo? Y no me refiero a decirlo como una respuesta para salir del apuro cuando alguien te lo dice primero y no sabes cómo responder con sinceridad, ni como la triquiñuela de aquellos que se creen galanes hollywoodenses y la disparan a diestra y siniestra, ni al re pensado argumento que esgrimirá un platónico entusiasmado para intentar retener su ilusión… si no al sincero, puro y real “Te quiero”…

Podrían pasar semanas, incluso meses antes de que dentro de ti se pudiera gestar ese sentimiento cálido que te motiva a arriesgarte ante otra persona, exponiendo una parte tan vulnerable de tu ser, como son tus sentimientos… apostando por hacerle ver que ha logrado alcanzar un lugar especial dentro de ti, cediéndole de esa forma algo de control sobre tus futuras sonrisas… Podrías pasarte noches enteras conversando con ella, riendo, coincidiendo y almacenando casualidades, pero ante ti no sería más que una bonita amistad que tuviste la suerte de encontrar… quizá ante tus ojos ha sido sólo la amiga que no esperabas conocer, pero de pronto, a medida que avanzan las semanas en el calendario comienzas a sentir que los vacíos entre cada una de sus conversaciones se te hacen interminables, las horas en que no se interrumpe el silencio de tu rutina con una melodía que asalta grácilmente tu celular se hacen harto tediosas, las noches en que no se conecta al mensajero te invade una discreta pero presente nota de desánimo, y hasta el más prometedor de los días se te vuelve uno más en el calendario si no escuchas al menos un instante su risa y su voz…

Te das cuenta de un momento a otro que tus ojos fijos en ella ya no la perciben con ese tufillo de amical indiferencia, ahora tu mirada que antes paseaba por sus fotos, se dirige sin reparos a naufragar en cada efigie de sus tiernos ojos marrones… Cuando te habla con tono meloso lejos de hacerte remilgos caes rendido a sus maneras, y hasta te alegras de que las use cuando conversa contigo. Tus viejas expresiones como “te queda bien”… “mmm si, se ve chévere”… “está en algo esa casaca”… “sí la haces, vas a ver”… “oe te cuidas, hablamos”… se te hacen tan impropias que inconscientemente las reemplazas por honestos “wow, estás preciosa”… “luces espectacular”… “con esa casaca pareces una muñequita”… “tranquila, todo va a salir muy bien, yo confío en ti”… “Cuídate mucho, ¿sí? Ojalá nos veamos luego”… En tu mundo empieza a dejar de ser ese punto entre tanto otros para ser una suerte de satélite que te orbita y contemplas con la misma emoción con la que ves a la luna llena en las noches de equinoccio…

En ese punto la inminencia de un “Te quiero” será tan palpable como lo especial que ella se ha vuelto para ti… y no habrá más opción que rendirse ante lo que es gratamente inevitable, respirar profundo para no suspirar, y sin dejar de sostener la mirada, ni interrumpirla siquiera con un parpadeo, permitir a tu boca delatarte en la más sublime confesión… ¿Sabes? Te quiero mucho…

Todo eso puede pasarte como producto del trato constante, de descubrir afinidades en común, de jugar a encontrar curiosas coincidencias, de crear un lazo entre los dos a fuerza de conocerse y reconocerse uno en el otro, de sentir que ella tiene algo que a ti te falta, y que tú con gusto le cederías todo lo que necesitare… Todo parte de la premisa, nadie quiere lo que no conoce… y conocerse a un nivel de tanta compenetración, francamente, toma tiempo…

¿A veces?...

¿Es posible acaso, qué un completo extraño se presente sin anunciarse y sin solicitar siquiera permiso alguno, se meta con meteórica rapidez en tu cabeza y en tu corazón?...

¿Veinte días son suficientes como para sentir algo especial por alguien, al punto de que aunque con ella el tiempo se te haga tremendamente corto, sientas que han pasado “meses” desde el primer día en que una grata coincidencia te hizo a ti el reconocerla en una fotografía, y a ella romper su costumbre de ignorar a desconocidos?

¿Cuál es el punto de quiebre en el que todo a tu alrededor parece confabular para hacerte ver que esa personita es la más especial que has conocido, y que las casillas en el calendario no importan para lo que sientes?

¿Coincidencia? ¿Casualidad? ¿Una bonita pero fugaz ilusión? ¿Simple y mera afinidad? ¿O algo más?...

Quizá se pregunten del por qué tantas preguntas… pero es difícil no cuestionarse cuando te sucede algo así… El hallar a alguien sin haberla buscado y encontrar en ella todo lo que esperabas aunque en realidad no lo hayas esperado… el sentir como te aflora una sonrisa indisimulable cada vez que hablas con ella y la facilidad que tiene para hacer de los días más ordinarios algo especial con sólo unas cuantas palabras que te envía… el asolapado rubor que se trepa por tus mejillas cuando la ves tan bella que hasta decírselo se te hace ridículamente innecesario… la forma en que se te acelera el corazón y pretendes que no te pasa nada cuando la abrazas o tomas su mano… el anhelo indiscreto de que ojalá vivieran en el Polo Norte para que las noches se les prolongaran en semestral periodicidad, y las ganas irrefrenables de verla que debes resignadamente controlar hasta que les llegue el momento de otra bonita coincidencia…

En fin… veinte días sí parecieran ser suficientes para querer tanto a alguien… y es inevitable ponerse a pensar que si eso puede pasar en tan corto tiempo, ¿cuánto más podrías llegar a quererla con el paso de los días?…

¿Mi respuesta?

No lo sé… pero me va a encantar averiguarlo…

Te quiero muchísimo, mi bella Caperucita Multicolor… es genial haber coincidido contigo, y me reitero, no se me hace pronto para decirlo, aunque no hace un mes que nos conocímos…