domingo, 14 de junio de 2009

Noche, copas y locuras


Hace algún tiempo escuché en tono de anécdota la historia de juerga nocturna de un amigo, que acabó con el susodicho embarcado en un taxi hacia una playa muy lejana, vistiendo sólo un calzoncillo. Tenía los típicos elementos afines a todos los relatos de desmadre y perdición, mucho, pero que mucho alcohol, cigarrillos por doquier, música a máximo volumen, algo de baile, y mujeres. Y recordando aquello me puse a pensar en esas juergas descontroladas en las que en más de una ocasión hemos terminado haciendo algo de lo que con seguridad nos arrepentiremos abrumados por la resaca…

En esas benditas noches de copas uno hace locuras, estupideces, francas tonterías dignas de ser reprochadas con la fiereza de la inquisición. Cuando uno bebe en exceso, o bebiendo apenas la primigenia copa de champagne con la que se brinda a honor de lo que se esté celebrando, pierde el sentido natural del ridículo (si bien algunos carecemos de el, cuando bebemos entramos a terrenos de una peligrosidad kamikaze para nuestra vida social) y comienza a evidenciar conductas divertidamente inapropiadas para deleite del público espectador; o de plano estos últimos hacen presa de aquel, volviéndolo el objeto de entretenimiento por excelencia.

En mis veintidós años de subsistencia en este mundo, de los cuales apenas cuatro de ellos se han visto matizados con la presencia cuando menos esporádica de festejos nocturnos a la luz del credo de Bacco, he sido testigo presencial y protagonista (por qué negarlo… ¬¬ si por ahí alguien podría ponerme en evidencia) de situaciones bochornosas, indebidas, y hasta reprochables.

En esas locuras de las noches de copas he visto:

1. Gente totalmente embebida tirada en el piso de la fiesta, dando un lamentable y triste espectáculo que hace las delicias de los criticones.

2. Ebrios sentados en un sillón/silla/mueble/mesa/banco/inodoro/vereda/piso vomitándose encima, absortos en su embriaguez y mirando perdidos a quienes a su alrededor hacen fatuos intentos por devolverlos a la realidad.

3. Borrachines dormidos a quienes les afeitan el cabello, las cejas y pestañas, pintan la cara, maquillan como mujerzuelas, quitan la ropa, colocan en posiciones indecorosas, y finalmente fotografían o graban para después hacer difusión pública de las imágenes.

4. En el mismo tenor que lo anterior, he podido participar de la elaboración de originales montajes, aprovechando la inconsciencia de un colega alcoholizado, cuyo propósito era o bien indisponerlo con su pareja (mostrándolo como un infiel sacavueltero) o tildarlo de “loquita”, sembrando a su alrededor falsos vestigios de una apasionada contienda amatoria con un morocho llamado Angobaldo. Aquí debo decir que me divertí muchísimo, pero por respeto a mi buen amigo no colocaré una foto… para otra vez será....

5. Jovencitos con poca tolerancia al trago, que para su mala suerte no gozan de los afectos de los asistentes al convivio, y terminan siendo embromados sin ningún remordimiento. Citaré como un apartado especial las bromas más pendejas divertidas que he visto y hecho:

a. Desnudarlos y dejarlos en la puerta de su casa, tocar el timbre y salir disparados en un auto.

b. Desnudarlos, tocar el timbre y salir disparados en un auto… pero dejándolos en casa de los padres de su novia.

c. Desnudarlos y dejarlos sentados en una banca de algún parque cercano a su domicilio, o al de los padres de su novia.

d. Subirlos a un taxi y mandarlos a un lugar muy lejano, diciéndole al conductor que en dicho lugar lo esperan sus familiares… y que ahí le pagarán…

e. Vestirlos de mujer (mujerzuela en realidad) llevarlos a dar una vuelta por la ciudad.

f. Vestirlos de mujer…zuela… y mandarlos a su casa aprovechando su semi incosciencia.

g. Dejarlos en calzoncillos y hacerlos bailar delante de todos “El meneíto”.

h. Y finalmente (y mi favorita) dejarlos atados (desnudos, en ropa interior o vestidos de mujer barata) a un poste con un cartel que dice: “Soy borracho, mujeriego y le caigo tan mal a mis amigos que me han dejado aquí…toda la noche”.

6. Pseudo bebedores consabidos, que acaban en trifulcas de lo más risibles, pretendiendo que son un maestro yudoca o el mismo Bruce Lee, y no hacen más que bambolearse de un lado al otro sin dar ni una mísera bofetada en el blanco, para terminar haciendo que sus amigos los separen, más por aburrimiento que por preocupación. O en caso contrario, verlos desmadrarse a golpes con un aguante que ya quisiera Clark Kent, para terminar recibiendo los primeros auxilios a causa de tanta magulladura.

7. Querubines borrachosos que con las ínfulas de valentía que les da el trago, se animan a hacer proezas que deberían aparecer en “Jackass: The stupid amateur’s Movie”… como subirse a los postes de luz, trepar rejas para entrar a sus casas por las ventanas del segundo piso… sólo para no despertar a sus papás y que no los vean borrachos (luego los vieron borrachos y destartalados en el hospital), manejar a toda velocidad sus Volkswagen del 60 sacando medio cuerpo por las ventanillas, ir a buscar algún patrullero y pasar a su lado gritando como energúmenos con el único propósito de iniciar una persecución, o empapar en petróleo unas escobas y salir por la calle con ellas encendidas como antorchas olímpicas.

8. Románticos beodos que con algunos vodkas encima se sienten Antonio Banderas y creen que pueden conquistar a la mismísima Heidi Klum con sólo una sonrisa matadora. Y acaban rebotando de chica en chica, rechazo tras rechazo, buscando un beso robado, ganándose cachetadas, miradas de desprecio y enemistades, sólo por andar de pipilépticos desenfrenados y faltos de afecto. Esto ha sido peor cuando los susodichos han tenido pareja sentimental, y aquella se encontraba presente viendo a su angelical noviecito ir detrás de cada falda, o su vertiente, cuando ausente la novia, el intento de abordaje bucal estuvo dirigido contra una de sus mejores amigas… Ouch! La variante de esto es cuando el borracho de turno se va tras cualquier cosa que se mueva en tacones y termina en la cama de una perfecta desconocida, que sin desmerecer las posibles cualidades personales que posea, suele ser más fea que un zarpazo de leopardo en medio del glande, y por esa razón acepta tan fácilmente la oferta carnal que borrachosamente le han hecho, cosa que a la mañana siguiente será perfecta para que sus amigos se burlen de él y sus amigas le digan “arrecho y cochino”. O caso contrario, puede ser modestamente agraciada, pero dedicarse al moderno oficio del “pepeo”, y valiéndose de una promesa de pasión, dejará al embebido incauto totalmente desnudo en algún arrozal, luego de haberle robado todo menos la virginidad… Doble Ouch!

9. Sobre los románticos emborrachados, están los estoicos machos, machos, machos, que deciden proclamar sus amores secretos en mitad de la juerga, gritando a voz en cuello y dando el Do de pecho, el nombre de su musa. O de plano van a su encuentro y entre lágrimas patéticas, se arrodillan sin medir el “verguenzómetro” y balbucean cosas como “tu, tu‘res mi vida Margarita, yo te quiero’uchísimo, ‘uchísimo hip!... por favor no me dejes, por tu madrecita que no me dejes”… La pobre muchacha sólo piensa dos cosas: la primeraà “pinche borracho baboso, ahora si sacaste boleto pendejo”; y la segunda à“¡¡¡¡TRÁGAME TIERRA!!!!”… La cosa se complica cuando la chica tiene novio o algún pretendiente que lleva un tramo bien avanzado en su conquista, porque eso terminará en una trifulca (con desventaja para el borracho baboso) como la mencionada en el punto 6.

10. Y finalmente sobre los borrachos ridículos, he de mencionar a esos que muy viriles a la hora de probar trago dejan escapar su yo interior, y saltan, brincan, bailan, ríen, beben, que esta noche hay verga, y en estos momentos no hay que tener pena, se pegan la bomba, y no se van de ahí, hasta que un moreno les diga que sí… Se les sale lo joto y terminan en los chismes más subidos de tono de todos sus colegas, quienes ya no los vuelven a mirar con los mismos ojos, y muy probablemente no los vuelvan a invitar a sus casas para una “All men night”… porque los pendejos cuando tomen van a ver a sus amigos no como cófrades masculinos, sino como buffete libre de morcilla…

Como ven, las juergas son divertidas, pero como todo, el resultado final dependerá de en qué lado estés observado el fin de la fiesta… si desde la masa sonriente que se divierte a tus expensas, o desde un asiento que te da vueltas mientras luchas contigo mismo para abrir los ojos. De cualquier manera la noble y sacra tradición de las locuras en noches de copas seguirá en pie hasta que la raza humana entienda lo perjudicial de beber en exceso… o hasta que se nos acabe el alcohol… lo que ocurra primero… En fin, una noche de copas es una noche loca, quizá bese otros labios y olvide tu boca, pero esa es la historia…

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