lunes, 8 de diciembre de 2008

"Quisiera Dormir"



Hoy no me siento particularmente inspirado, no tengo una conjunción de frases, mucho menos una alegoría donde convergen sentimientos y palabras, a formar un relato, no es el caso. Hoy sólo tengo ganas de una cosa, hoy es una de aquellas muchas noches en las que he pensado lo mismo que pienso justo ahora. Es otra noche cobijando un pensamiento consabido y recurrente, constante y quizá hasta adictivo, no precisamente agradable, pero no por ello menos atrapante. Y es que por ello no logro apartar al completo esta idea de mi cabeza. A veces creo que me he acostumbrado a vivir (que paradoja más curiosa) con los pensamientos indecibles que me cuento a mí mismo cuando no tengo a nadie a quien atormentar con mi agradable tormento. Mi cerebro es una maraña de sinsentidos contundentemente ilógicos, pero que por su tesón y pertinacia no tienen la apariencia de querer disiparse, al contrario, los veo sumamente cómodos en el hospedaje de mi mermada razón.

Siempre he notado que la gente no está preparada para mirar a las vacías cuencas del segador, al contrario casi todos rehúyen en cuanto pueden la posibilidad de extinguirse como la luz de una vela consumida. El pavor a la fragilidad de la existencia terrena, hace que la mayoría de hombres jamás quiera enfrentarse a su final. Y es que el ser humano de hoy ha perdido los vestigios que antaño no veían a la muerte como el punto donde culmina el todo, sino como el real inicio de la existencia intemporal, como el acceso a un mundo alejado de la crudeza de éste, como el evento más importante que podía ocurrirle a alguien.

Yo aún conservo esa idea, para mí la muerte no es final de nada, para mí es sólo el punto de peaje obligatorio que debemos pasar para desprendernos del pesado polvo que nos empaña aquí, y despojarnos de la coraza informe que nos ha vestido como pordioseros. Es el punto de purificación de las culpas, rencores, odios, envidias y demás males tanto propios como endilgados por la mirada malsana de los otros. Es el primero de los grandes viajes que nuestra esencia descarnada iniciará sin las limitaciones de una carga física, donde se saboreará la absoluta expansión de nuestras potencias, sin restricciones, sin miramientos, sólo eternidad para ser lo que siendo no se pudo ser.

No puedo recordar el día exacto que comencé a visualizarme en aquel estado, mucho menos la primera ocasión en la que deseé saber que se sentía la inmovilización perpetua. Sólo recuerdo que fue hace mucho tiempo, pero siempre manifestado como una idea, siempre como un fugaz destello de irracionalidad infantil. En un principio jamás se me cruzó por la testa (mala testa, en realidad) el perseguir la satisfacción de mi curiosidad, para mi era sólo la intrigante duda que me asaltaba en aquellas horas sin compañía alguna, en que el tiempo libre liberaba ejercicios mentales que no eran usuales.

A muy pocas personas las hice cómplices de mis ideas autodestructivas, a muy pocas abiertamente les comente en tardes amenas, que moría (no literalmente) por saber qué se sentía morir, y sobre todo qué sentirían y pensarían aquellos que conozco al recibir la noticia de que abdique de sus reglas terrenas y me escapé por la puerta falsa al plano de la sinuosa quietud (valga confesar que esta idea jamás desaparece de mi cabeza, y creo que difícilmente lo hará). Sus expresiones y contestaciones eran, obviamente, represivas, incrédulas ante el inaceptable deseo de envanecer esta existencia por el puro gusto (placer realmente) de hacerlo. Absortos de conocer que en la profundidad craneal de una criatura que jamás demostraba ascos a su existencia, residía la constante intención de encontrar prontamente la muerte, me instaban a no volver a mencionar ese tema, y soltaban la andanada reiterativa de lo bello que es vivir, yo los escuchaba y comprendía que no entendían todo cuanto apañaba esa postura, que no se limitaba al tedio que podía ser o no ser el continuar respirando por simple inercia.

Quizá fue a partir de que estos pensamientos se hicieron mayores junto conmigo, que comencé a entrañarlos como se entraña a los amigos más cercanos. Siempre estaban conmigo, siempre me brindaban arduas horas de ejercicios mentales de proyección futura, donde me veía encerrado en el crematorio algunas veces atiborrado de dolientes, y otras, las más de las veces, totalmente vacíos de no ser porque yo estaba ahí. Muchas tardes, noches y sobre todos madrugadas hilvanaba historias en torno a mi deceso, las narraba y luego las reescribía cambiando escenarios, protagonistas y desenlaces, cada uno más trágico que el anterior. Disfrutaba planificando mi agonía, mi muerte, mi entierro, gozando al ver las lágrimas de gente que jamás he visto llorar, y que ahora quebraban sus gargantas por el llanto. Disfrutaba ver el dolor en sus ojos, y saber que era por mí, me extasiaba sobretodo en su culpa, en sus lamentos por lo dicho y lo callado, por lo hecho y lo no intentado, todo eso me hacía sentir extrañamente bien, como si pudiera percibir aquello que in vitta nunca sentiría de su parte.

Hasta este punto todo se desarrollaba en los límites de lo que puede llamarse normal. Mientras sean ideas no habría problemas, ya que todos han albergado en lo más oscuro de su psiquis algún deseo estigmatizado por los cánones sociales, y mientras no los consume, pues no tendrá por qué admitir que siquiera los consintió. Pero siempre hay detonantes para estas ideas, siempre hay lo que llamo “situaciones combustibles”, que incrementan la inflamabilidad de un pensamiento y lo tornan un pandemonio incontenible que pareciera tener mente propia. Algunas de estas “S.C” (para abreviar) pueden tener o no razón de serlo, ya que podrían ser realmente situaciones muy dolorosas, o como en mi caso banalidades intrascendentes que servían como pretexto para saciar mis ansias auto homicidas.

Súmenle a lo dicho, que soy un ser depresivo, y no por influjos extraños, que ciertamente en buena cuenta han ayudado mucho, sino por cuestiones propias de una mente estropeada a nivel químico, que me pueden sumir en la absoluta abulia con un solo recuerdo que traiga del pasado (ya lo dije banalidades intrascendentes). Aquí tengo los ingredientes perfectos para preparar un cóctel mortecino como su servidor. Es así como las que fueron ideas comenzaron a tomar cuerpo de acciones, así fue que empezaron a abrirse camino por entre mi piel (literalmente), y fueron asomándose incipientes para mascullarme al oído que era momento de hechos y no de palabras. Así comenzaron mis acercamientos con el borde punzante de la obsesión mortuoria, con la fijación lacerante de traspasar finalmente la frontera. En este punto comenzó a escribirse el obituario, que lamentablemente aun permanece inconcluso, ya no son meras ráfagas de insania que merodeaban por mi obsolescencia, ahora han tomado forma, y cada día se afianzan más en mí

Esta es otra noche de esas, en que dormir un poco más de lo acostumbrado se vislumbra como una oferta de lo más tentadora… Si vuelvo a atropellar las letras como vengo haciendo aquí hasta ahora, podrán estar seguros de que otro intento ha fallado… Aunque ¿Quién sabe? Posiblemente un día de estos deje de redactar más estas líneas, y alguna otra mano sea la que redacte sobre una losa de mármol cincelado, “Beto Malatesta”, la muerta aguarda a los que la esperan, y su esencia se pierde en quienes la desean

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que profundidad eh...!
Como si no supieramos que usas calzones rosas y que también los enseñas! Ja ja :D

Saludos, por aquí andaré

Jonathan dijo...

Al final, dibagemos lo que dibagemos, escribamos lo que escribamos y digamos lo que digamos, nos va a ocurrir, a todos. De cada uno depende como. Sería mejor que dejaramos de hablar de eso y pensaramos en cosas más alegres, no sé como decirlo.

En fin, jaja siguen con lo de los calzones rosas.

saludos!
-huracán-

Edson "Lobo" Meléndez dijo...

Jajaja estoy escribiendo, osea intento fallido...ademas aun no veo Quantum of Solace :D, ya luego que la vea lo seguire pensando.
Ema...Jajajaja los calzones rosas han causado sensacion!!! ya renove mi armario de los choninos, todos los blancos fueron a la lavadora con una camiseta roja :D.
Huracan, me gusto mucho tu post "Ya estoy harto", aunque aun no descubro como comentarlo.
Gracias por tomarse la molestia de leer estas sandeces.
Atte.
Beto Malatesta.
Pd: Ya quedo claro que no uso tildes.

Anónimo dijo...

No, no no!! No me espante! Yo detesto las prendas emo, en especial las de Pull & Bear que parecen carpetitas de mi tía o mantel de taquería. No me gusta panda ni esos zapatos! Es sarcasmo :)
En cuanto a los "tildes" me agrada tu aclaración sobre el no ponerlos, es detestable cuando alguien te recuerda que una palabra los lleva... aunque ya lo sepas. Saludos y gracias por los deseos para con mi optometrista (Bueno, el optometrista que no es mío pero ya quisiera xD)

Jonathan dijo...

Gracias. El post de "Estoy Harto" no se puede comentar, si ves en la parte de abajo, hay una etiqueta que dice "verhalen" ahí hay más de ese tipo de cuentos basados en hechos reales por si te interesa darles una leída. Pero dime, ¿que le entendiste al de "estoy harto"?

saludos!

-Huracán-