martes, 15 de septiembre de 2009

Te quiero, y no hace 20 días que nos conocimos


Alguna vez escuché decir a alguien que era complicado decir “Te quiero”, que se requería de mucha seguridad en el corazón y de vivir cada letra de esas dos palabras con un brillo en la mirada que no es más que el fiel reflejo de un calorcillo indescriptible en el pecho, que decirlo no debía ser algo mecánico ni por compromiso si no una sincera manifestación de la dulce emoción que te evoca aquella persona que tienes delante… porque sin eso eran sólo 8 letras sin significado, vacías, y que quizá podrían engañar a quien se las dijeras, pero que no podrían engañar jamás a quien las dijo…

Yo coincidí plenamente con esta idea, pues me pareció que llevaba toda la razón por donde se le mirase… ¿pero cuánto tiempo puede tomarte el decirlo? Y no me refiero a decirlo como una respuesta para salir del apuro cuando alguien te lo dice primero y no sabes cómo responder con sinceridad, ni como la triquiñuela de aquellos que se creen galanes hollywoodenses y la disparan a diestra y siniestra, ni al re pensado argumento que esgrimirá un platónico entusiasmado para intentar retener su ilusión… si no al sincero, puro y real “Te quiero”…

Podrían pasar semanas, incluso meses antes de que dentro de ti se pudiera gestar ese sentimiento cálido que te motiva a arriesgarte ante otra persona, exponiendo una parte tan vulnerable de tu ser, como son tus sentimientos… apostando por hacerle ver que ha logrado alcanzar un lugar especial dentro de ti, cediéndole de esa forma algo de control sobre tus futuras sonrisas… Podrías pasarte noches enteras conversando con ella, riendo, coincidiendo y almacenando casualidades, pero ante ti no sería más que una bonita amistad que tuviste la suerte de encontrar… quizá ante tus ojos ha sido sólo la amiga que no esperabas conocer, pero de pronto, a medida que avanzan las semanas en el calendario comienzas a sentir que los vacíos entre cada una de sus conversaciones se te hacen interminables, las horas en que no se interrumpe el silencio de tu rutina con una melodía que asalta grácilmente tu celular se hacen harto tediosas, las noches en que no se conecta al mensajero te invade una discreta pero presente nota de desánimo, y hasta el más prometedor de los días se te vuelve uno más en el calendario si no escuchas al menos un instante su risa y su voz…

Te das cuenta de un momento a otro que tus ojos fijos en ella ya no la perciben con ese tufillo de amical indiferencia, ahora tu mirada que antes paseaba por sus fotos, se dirige sin reparos a naufragar en cada efigie de sus tiernos ojos marrones… Cuando te habla con tono meloso lejos de hacerte remilgos caes rendido a sus maneras, y hasta te alegras de que las use cuando conversa contigo. Tus viejas expresiones como “te queda bien”… “mmm si, se ve chévere”… “está en algo esa casaca”… “sí la haces, vas a ver”… “oe te cuidas, hablamos”… se te hacen tan impropias que inconscientemente las reemplazas por honestos “wow, estás preciosa”… “luces espectacular”… “con esa casaca pareces una muñequita”… “tranquila, todo va a salir muy bien, yo confío en ti”… “Cuídate mucho, ¿sí? Ojalá nos veamos luego”… En tu mundo empieza a dejar de ser ese punto entre tanto otros para ser una suerte de satélite que te orbita y contemplas con la misma emoción con la que ves a la luna llena en las noches de equinoccio…

En ese punto la inminencia de un “Te quiero” será tan palpable como lo especial que ella se ha vuelto para ti… y no habrá más opción que rendirse ante lo que es gratamente inevitable, respirar profundo para no suspirar, y sin dejar de sostener la mirada, ni interrumpirla siquiera con un parpadeo, permitir a tu boca delatarte en la más sublime confesión… ¿Sabes? Te quiero mucho…

Todo eso puede pasarte como producto del trato constante, de descubrir afinidades en común, de jugar a encontrar curiosas coincidencias, de crear un lazo entre los dos a fuerza de conocerse y reconocerse uno en el otro, de sentir que ella tiene algo que a ti te falta, y que tú con gusto le cederías todo lo que necesitare… Todo parte de la premisa, nadie quiere lo que no conoce… y conocerse a un nivel de tanta compenetración, francamente, toma tiempo…

¿A veces?...

¿Es posible acaso, qué un completo extraño se presente sin anunciarse y sin solicitar siquiera permiso alguno, se meta con meteórica rapidez en tu cabeza y en tu corazón?...

¿Veinte días son suficientes como para sentir algo especial por alguien, al punto de que aunque con ella el tiempo se te haga tremendamente corto, sientas que han pasado “meses” desde el primer día en que una grata coincidencia te hizo a ti el reconocerla en una fotografía, y a ella romper su costumbre de ignorar a desconocidos?

¿Cuál es el punto de quiebre en el que todo a tu alrededor parece confabular para hacerte ver que esa personita es la más especial que has conocido, y que las casillas en el calendario no importan para lo que sientes?

¿Coincidencia? ¿Casualidad? ¿Una bonita pero fugaz ilusión? ¿Simple y mera afinidad? ¿O algo más?...

Quizá se pregunten del por qué tantas preguntas… pero es difícil no cuestionarse cuando te sucede algo así… El hallar a alguien sin haberla buscado y encontrar en ella todo lo que esperabas aunque en realidad no lo hayas esperado… el sentir como te aflora una sonrisa indisimulable cada vez que hablas con ella y la facilidad que tiene para hacer de los días más ordinarios algo especial con sólo unas cuantas palabras que te envía… el asolapado rubor que se trepa por tus mejillas cuando la ves tan bella que hasta decírselo se te hace ridículamente innecesario… la forma en que se te acelera el corazón y pretendes que no te pasa nada cuando la abrazas o tomas su mano… el anhelo indiscreto de que ojalá vivieran en el Polo Norte para que las noches se les prolongaran en semestral periodicidad, y las ganas irrefrenables de verla que debes resignadamente controlar hasta que les llegue el momento de otra bonita coincidencia…

En fin… veinte días sí parecieran ser suficientes para querer tanto a alguien… y es inevitable ponerse a pensar que si eso puede pasar en tan corto tiempo, ¿cuánto más podrías llegar a quererla con el paso de los días?…

¿Mi respuesta?

No lo sé… pero me va a encantar averiguarlo…

Te quiero muchísimo, mi bella Caperucita Multicolor… es genial haber coincidido contigo, y me reitero, no se me hace pronto para decirlo, aunque no hace un mes que nos conocímos…



1 comentario:

Fatima dijo...

pero qé boniitooo!!!
=')
y es cierto,
a veces es innecesario contar el tiempo cdo se qiiere de verdad
(: