Música recomendada para acompañar la lectura de este post.
Hoy salí temprano de mi casa, caminé cerca de 4 cuadras, calculo no haber tardado apenas un poco más de 6 minutos en este trayecto. Llegué a esa inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina. Me quedé inmóvil, me quedé estático, me quedé y me quedé…me seguí quedando. Mis ojos amoratados y abandonados de sus órbitas en oposición a la estupefacción de mi cuerpo parecían recorrer de un lado a otro de la pista, de extremo a extremo tu cuadra, de arriba para abajo tu casa. No se qué estaba buscando, no era a ti; no se qué necesitaba buscar, eso quizá si eras tú.
Tardé apenas un poco más de 6 minutos en el trayecto que me trajo a ésta inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina. Tardé apenas un poco más de 6 minutos en abandonar la seguridad de mi mundo para sumergirme de nuevo en este ignoto océano de tu incertidumbre, sin bote ni flotador. Sigo estando estático, me sigo quedando. Fueron apenas un poco más de 6 minutos en llegar aquí, y llevo aquí casi una hora que ha pasado más rápido que esos escasos aproximados 6 minutos. Cuando llegué no sentía este viento, no lograba sentir el frío que ha llenado la ciudad de a pocos, no sentí cansancio por caminar, no sentí la agitación de haber casi trotado por momentos…ha pasado casi una hora que ha pasado más rápido que esos escasos aproximados 6 minutos, ya no tendría sentido estar cansado, menos sentido tendría sentirme agitado, he estado inmóvil por casi una hora. Pero no es así, mi respiración está tan agitada que siento cada bocanada de aire ingresar con violencia en mis pulmones, lo siento con tal fuerza que incluso llego a percibir como el aire se estrella contra mis alvéolos como olas rompiendo en la costa. Siento mis pulmones hincharse como globos, los siento intentar taladrar mi pecho como buscando la libertad de un mundo donde no son más que vísceras. Estoy empapado en sudor, siempre he sudado mucho, hoy no tendría que ser la excepción, pero mis manos formando sendos puños gotean por entre mis palmas y mis meñiques, hay pequeñas gotas suicidas estrelladas contra el pavimento a cada lado de mi cuerpo. Mi sempiterno polo negro es el perfecto cómplice para ocultar que lo llevo casi empapado. Mi frente, mejillas y cuello están invadidos de pequeñas pero infinitas gotas desbordando de cada uno de mis poros. Estoy agitado, estoy cansado. Y congelándome hasta en el alma.
Son 94 minutos y 34…35…36…37…segundos en esta misma posición, en esta misma situación. La gente pasa evitándome, rodean esta inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina. Otros cruzan a la acera de enfrente. Casi ninguno de ellos me mira, pero unos cuantos movidos por la mórbida curiosidad que les despierto fijan sus pupilas en cada centímetro de mi persona, auscultándome con un gesto de repulsión y desaprobación por invadir su rutinaria procesión citadina. Nada de eso me interesa, bueno…en realidad si…quisiera moverme, gobernar mis pasos otra vez y alejarme rápidamente, esconderme de nuevo en la seguridad de mi mundo. Pero no puedo, estoy inmóvil, me he quedado estático…me he seguido quedando. Las primeras luces de la calle empiezan a hacer su aparición, irrumpen en los tonos grises de una tarde nublada y ventosa con su naranja artificial, artificial como todo lo demás, hasta los sentimientos. El frío empieza a hacer mella en mi, comienzo a temblar como los cables que me miran desde ahí arriba cuando los mueve el mismo helado viento que me mueve a mi, a los dos nos mueve sin quererlo, sin que podamos hacer algo para impedírselo. Dejo de oír a los autos y sus viejos motores, bocinas estrepitosas, estaciones radiales populares y conductores verbi agresivos y ordinarios. Otro sonido se agazapa sigilosamente en mi canal auditivo, es un chasquido seco, constante y veloz, como si 32 piezas óseas esmaltadas muy pequeñas colisionaran unas contra otras dentro de una bóveda que les hace eco… Le hace el coro a esa cadencia de percusión un rugido decadente clamando por el dolor del hambre auto impuesta. Quizá sean 25º grados allá afuera, aquí dentro debe estar bajo cero. Aún así el sudor no ha frenado su salida de mi cuerpo. Quizá, como todos, trata de alejarse de mí, de abandonarme, de ponerse a buen recaudo de toda la inmundicia que emana mi persona…lo comprendo.
La calle es una mezcla de negro y naranja reflejado en el pavimento, aceras, paredes y ventanas…La cantidad de personas que apresuraban su paso para evadirme en inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina, ha disminuido, y con esta luz quizá ni se percaten bien de mi aspecto. Son 148 minutos y 12…13…14…15…16 segundos…los estragos en mi cuerpos dejaron de ser leves, me duelen los tobillos, las rodillas, la espalda, el estómago, el pecho, los hombros, las manos, la cabeza y sobre todo aquel espacio vacío entrando a mano izquierda por mi pecho. Mis ojos ya se cansaron de moverse por todo lo que mi cuerpo no lo ha hecho, ya no te buscan, ya no parecen recorrer de un lado a otro de la pista, de extremo a extremo tu cuadra, de arriba para abajo tu casa. Están fijos en el dintel de tu puerta, tratando de ver más allá del marrón oscuro y sin manija de tu puerta, tratando de verte quizá intentar verme en las pupilas cerradas de tus recuerdos. Pero no veo nada, nada más allá del marrón oscuro y sin manija de tu puerta. La respiración se me quiebra, mis ojos se paralizan, mis puños cerrados ahora marcan mis uñas en mis palmas emblanquecidas. Mis piernas como autómatas adheridas a mi torso se mueven trastabillando hacia atrás, doy dos pasos en franca reversa y mi cuerpo hasta entonces estático se anima a girar, a dejar de recorrer de un lado a otro de la pista, de extremo a extremo tu cuadra, de arriba para abajo tu casa. Me alejo caminando presuroso y con los ojos cerrados, guiándome sólo por los reclamos de los peatones, los gritos de aquellos contra los que choco frontalmente en mi ciega arremetida, y las estridentes bocinas que me anuncian el haber abandonado la acera y estar deambulando por la pista. Llego a la seguridad de mi mundo a puertas cerradas, cama destendida y vida desordenada; me encierro en la seguridad de mi mundo a ojos cerrados, palabras vencidas y recuerdos impostados. Como lo envidio, como te envidio. Como envidio que pueda tenerte cerca, que pueda abrazarte, peor aun…que tu quieras abrazarlo tanto. Como envidio que pueda besarte, que pueda sentir tus labios cuando le plazca, peor aun…que tu quieras besarlo tanto. Como envidio que pueda enojarse contigo, que pueda decirte como te ve en ese momento, peor aun…como envidio que seas tu quien lo busque para calmarlo.
Como envidio que su ira y frustración se encuentren con tus manos en su rostro; como envidio que su tristeza se halle con tu hombro cálido; como envidio que sus problemas se encuentren con tus palabras mas dulces; como envidio que su soledad se encuentre con tu compañía incondicional; como envidio que su miedo se encuentre con tu valor y fuerza; como envidio que su desamor se encuentre con tu devoción ciega; como envidio que su tiempo se encuentre con tu presencia constante; como envidio que sus necesidades se encuentren con tu intención dispuesta; como envidio que sus sueños se encuentren con tus desvelos prestos; como envidio que sus ojos hipócritas se encuentren con tu mirada sincera; omo envidio que su dolor se encuentre con tu amor eterno.
Como lo envidio, como te envidio. Como envidio que sea lo que buscas, como envidio que sea lo que te hace feliz, como envidio que sea lo que requieres, como envidio que lo crean perfecto para ti, como envidio que te creas todo eso, y peor aun…como envidio que se lo hagas creer a él.
Como lo envidio, como lo envidié esta tarde por estar contigo…justo este día…Como te envidio. Como lo envidio porque me hace envidiarlo tanto…Y como te envidio en especial a ti, por tener a alguien que siga muriendo por ti, aunque su amor tú hayas matado, haciéndolo envidiarte y envidiarlo tanto.
Te envidio.
Tardé apenas un poco más de 6 minutos en el trayecto que me trajo a ésta inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina. Tardé apenas un poco más de 6 minutos en abandonar la seguridad de mi mundo para sumergirme de nuevo en este ignoto océano de tu incertidumbre, sin bote ni flotador. Sigo estando estático, me sigo quedando. Fueron apenas un poco más de 6 minutos en llegar aquí, y llevo aquí casi una hora que ha pasado más rápido que esos escasos aproximados 6 minutos. Cuando llegué no sentía este viento, no lograba sentir el frío que ha llenado la ciudad de a pocos, no sentí cansancio por caminar, no sentí la agitación de haber casi trotado por momentos…ha pasado casi una hora que ha pasado más rápido que esos escasos aproximados 6 minutos, ya no tendría sentido estar cansado, menos sentido tendría sentirme agitado, he estado inmóvil por casi una hora. Pero no es así, mi respiración está tan agitada que siento cada bocanada de aire ingresar con violencia en mis pulmones, lo siento con tal fuerza que incluso llego a percibir como el aire se estrella contra mis alvéolos como olas rompiendo en la costa. Siento mis pulmones hincharse como globos, los siento intentar taladrar mi pecho como buscando la libertad de un mundo donde no son más que vísceras. Estoy empapado en sudor, siempre he sudado mucho, hoy no tendría que ser la excepción, pero mis manos formando sendos puños gotean por entre mis palmas y mis meñiques, hay pequeñas gotas suicidas estrelladas contra el pavimento a cada lado de mi cuerpo. Mi sempiterno polo negro es el perfecto cómplice para ocultar que lo llevo casi empapado. Mi frente, mejillas y cuello están invadidos de pequeñas pero infinitas gotas desbordando de cada uno de mis poros. Estoy agitado, estoy cansado. Y congelándome hasta en el alma.
Son 94 minutos y 34…35…36…37…segundos en esta misma posición, en esta misma situación. La gente pasa evitándome, rodean esta inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina. Otros cruzan a la acera de enfrente. Casi ninguno de ellos me mira, pero unos cuantos movidos por la mórbida curiosidad que les despierto fijan sus pupilas en cada centímetro de mi persona, auscultándome con un gesto de repulsión y desaprobación por invadir su rutinaria procesión citadina. Nada de eso me interesa, bueno…en realidad si…quisiera moverme, gobernar mis pasos otra vez y alejarme rápidamente, esconderme de nuevo en la seguridad de mi mundo. Pero no puedo, estoy inmóvil, me he quedado estático…me he seguido quedando. Las primeras luces de la calle empiezan a hacer su aparición, irrumpen en los tonos grises de una tarde nublada y ventosa con su naranja artificial, artificial como todo lo demás, hasta los sentimientos. El frío empieza a hacer mella en mi, comienzo a temblar como los cables que me miran desde ahí arriba cuando los mueve el mismo helado viento que me mueve a mi, a los dos nos mueve sin quererlo, sin que podamos hacer algo para impedírselo. Dejo de oír a los autos y sus viejos motores, bocinas estrepitosas, estaciones radiales populares y conductores verbi agresivos y ordinarios. Otro sonido se agazapa sigilosamente en mi canal auditivo, es un chasquido seco, constante y veloz, como si 32 piezas óseas esmaltadas muy pequeñas colisionaran unas contra otras dentro de una bóveda que les hace eco… Le hace el coro a esa cadencia de percusión un rugido decadente clamando por el dolor del hambre auto impuesta. Quizá sean 25º grados allá afuera, aquí dentro debe estar bajo cero. Aún así el sudor no ha frenado su salida de mi cuerpo. Quizá, como todos, trata de alejarse de mí, de abandonarme, de ponerse a buen recaudo de toda la inmundicia que emana mi persona…lo comprendo.
La calle es una mezcla de negro y naranja reflejado en el pavimento, aceras, paredes y ventanas…La cantidad de personas que apresuraban su paso para evadirme en inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina, ha disminuido, y con esta luz quizá ni se percaten bien de mi aspecto. Son 148 minutos y 12…13…14…15…16 segundos…los estragos en mi cuerpos dejaron de ser leves, me duelen los tobillos, las rodillas, la espalda, el estómago, el pecho, los hombros, las manos, la cabeza y sobre todo aquel espacio vacío entrando a mano izquierda por mi pecho. Mis ojos ya se cansaron de moverse por todo lo que mi cuerpo no lo ha hecho, ya no te buscan, ya no parecen recorrer de un lado a otro de la pista, de extremo a extremo tu cuadra, de arriba para abajo tu casa. Están fijos en el dintel de tu puerta, tratando de ver más allá del marrón oscuro y sin manija de tu puerta, tratando de verte quizá intentar verme en las pupilas cerradas de tus recuerdos. Pero no veo nada, nada más allá del marrón oscuro y sin manija de tu puerta. La respiración se me quiebra, mis ojos se paralizan, mis puños cerrados ahora marcan mis uñas en mis palmas emblanquecidas. Mis piernas como autómatas adheridas a mi torso se mueven trastabillando hacia atrás, doy dos pasos en franca reversa y mi cuerpo hasta entonces estático se anima a girar, a dejar de recorrer de un lado a otro de la pista, de extremo a extremo tu cuadra, de arriba para abajo tu casa. Me alejo caminando presuroso y con los ojos cerrados, guiándome sólo por los reclamos de los peatones, los gritos de aquellos contra los que choco frontalmente en mi ciega arremetida, y las estridentes bocinas que me anuncian el haber abandonado la acera y estar deambulando por la pista. Llego a la seguridad de mi mundo a puertas cerradas, cama destendida y vida desordenada; me encierro en la seguridad de mi mundo a ojos cerrados, palabras vencidas y recuerdos impostados. Como lo envidio, como te envidio. Como envidio que pueda tenerte cerca, que pueda abrazarte, peor aun…que tu quieras abrazarlo tanto. Como envidio que pueda besarte, que pueda sentir tus labios cuando le plazca, peor aun…que tu quieras besarlo tanto. Como envidio que pueda enojarse contigo, que pueda decirte como te ve en ese momento, peor aun…como envidio que seas tu quien lo busque para calmarlo.
Como envidio que su ira y frustración se encuentren con tus manos en su rostro; como envidio que su tristeza se halle con tu hombro cálido; como envidio que sus problemas se encuentren con tus palabras mas dulces; como envidio que su soledad se encuentre con tu compañía incondicional; como envidio que su miedo se encuentre con tu valor y fuerza; como envidio que su desamor se encuentre con tu devoción ciega; como envidio que su tiempo se encuentre con tu presencia constante; como envidio que sus necesidades se encuentren con tu intención dispuesta; como envidio que sus sueños se encuentren con tus desvelos prestos; como envidio que sus ojos hipócritas se encuentren con tu mirada sincera; omo envidio que su dolor se encuentre con tu amor eterno.
Como lo envidio, como te envidio. Como envidio que sea lo que buscas, como envidio que sea lo que te hace feliz, como envidio que sea lo que requieres, como envidio que lo crean perfecto para ti, como envidio que te creas todo eso, y peor aun…como envidio que se lo hagas creer a él.
Como lo envidio, como lo envidié esta tarde por estar contigo…justo este día…Como te envidio. Como lo envidio porque me hace envidiarlo tanto…Y como te envidio en especial a ti, por tener a alguien que siga muriendo por ti, aunque su amor tú hayas matado, haciéndolo envidiarte y envidiarlo tanto.
Te envidio.
4 comentarios:
Me animo a realizar un comentario severo y un tanto sátiro, hoy dejaré lo sentimental.
No puedo evitar imaginar como corría el sudor por tu cuerpo a ésa hora en la que me trasladaste en la historia, la forma en cómo lo explicas, en como detallas el paseo silencioso de tal líquido corporal es bastante admirable, quizás hasta exagerado, no lo sé, sólo puedo afirmar que te imaginé abrazado de sudor, bañado, empapado en él mismo. Me parece y creo que siempre he admirado la técnica, de repetir en cada párrafo la secuencia de frases que reubican en la acción del texto al lector: "Tardé apenas un poco más de 6 minutos en el trayecto que me trajo a ésta inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina” Como presionando al lector a entender el momento preciso, como haciendo hincapié en lo que vivió el protagonista de la ficción y eso debo aplaudirlo, para mi es una persuasión en la historia bastante buena.
Y con respecto a lo de “te envidio” pues imagino debo inclinarme por sentirme acoplada diríamoslo de alguna forma al sentimiento del actor en escena. Mi envidia es quizás mas sutil y silente, y aplicado a una situación bastante similar y diferente, pero después de todo, un sentimiento compartido.
Lo estás haciendo bien, aunque quizás éste último comentario esté demás, ya no es necesario decirlo. Eres bueno con la pluma, en éste caso con el teclado.
Tus comentarios son siempre bien recibidos mi queridisima Tachu.
Mas bien gracias por tomarte la molestia y el tiempo, por partida doble...leer y comentar.
Gracias
Pd. Sin tildes intencionalmente.
Tu estilo es interesante, com ya te comente hace unos dias cuando me mandaste fragmentos sueltos de tus escritos. Es bueno ver un blog en el que no hablen tonteras, es bastante refrescante. Seguire leyendo, siga escribiendo
Me parece interesante y hasta refrescante tu blog. Esta es la historia que mas me gusta, casi hace palpable la angustia del sujeto ante tal espera.Sigame mandando sus fragmentos cada vez que pueda!
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