miércoles, 29 de abril de 2009
martes, 31 de marzo de 2009
"``* Pláticas de alcoba*´´"

- ¿Qué serías capaz de hacer por mí?
- Por ti, mi vida… por ti enlazaría una cometa y sujeto a su estela me robaría las gemas más bellas del manto celestial, para hacer con ellas una corona que adorne la gracia de su hermosura.
- ¿Sólo eso harías por mí?
- Por ti, mi cielo… por ti nadaría en las profundidades del océano, más allá de los abismos infinitos, casi arañando las entrañas del planeta, para traerte los tesoros más hermosos que yacen en el fondo; nadaría millas sin detenerme buscando las perlas más grandes y las más bellas, para que acaricien tu cuello y tus muñecas con su nacarada tersura.
- ¿Es que sólo eso harías por mí?
- Por ti, mi ángel… por ti construiría una isla, no, todo un continente, llevando la arena de mil playas, grano por grano a la vez, para que reines en él y lo llenes de tu gracia y por las noches lo ilumines con tu sonrisa.
- ¿No harías nada más por mí?
- Por ti, mi amor… por ti me enfrentaría a los ejércitos celestes, a los dioses en persona, para reclamar su trono divino y regalártelo sólo a ti, por ser mi diosa, la reina de mi destino, de mi pasado y mi futuro.
- ¿Es lo único que serías capaz de hacer por mí?
- Por ti, mi pequeña… por ti pactaría con el mismo averno para hacerme inmortal, y así ofrendar mi vida una y mil millones de veces por tu hermosura.
- ¿Serías capaz de alguna otra cosa por mí?
- Por ti, mi princesa… por ti desafiaría a las leyes del mundo y te bajaría la luna llena para que construyas un jardín en ella, y recorras sus campos floridos mirando al mundo girar bajo la ternura de tus manos.
- ¿Qué más harías por mí?
- Por ti, mi musa… por ti leería mil poemas y estudiaría mil pintores, sólo para escribirte los versos más apasionados y para pintarte los cuadros más excelsos, aunque sean insuficientes para representar lo bella que eres.
- ¿Te puedo preguntar algo más?
- Lo que quieras, cariño.
- ¿Por mí serías capaz de amarme toda la vida?
- Ehhhh… mi caramelo, el amor dura la eternidad que le demos a cada beso, a cada caricia, a cada momento juntos, como ahora.
- ¿Eso qué significa?
- … Que puedo prometerte amarte hasta que amanezca, y quizá hasta el desayuno, porque luego tengo que ir a ver a mi novia...
domingo, 29 de marzo de 2009
^^*~Fairy Tales~*^^
Ahora, a no ser que sean eximios onironautas, capaces de construir sueños a voluntad, está muy difícil que se calcen el vestido vaporoso de Cinderella, o que se metan ajustados en las mallas del Príncipe Encantador. Su realidad es otra, es totalmente diferente, captenlo, asúmanlo y acéptenlo. Si la vida fuera como un cuento de hadas entonces todos viviríamos cantando con los gorriones y limpiando nuestros chalets con las esponjosas colas de las ardillas. Las guerras las resolveríamos con una bonita (lo de bonita es pura especulación) canción y una taza de té entre el marajá de una nación petrolera y el emir de un gobierno neoliberal caído en crisis, y las injusticias no serían un problema porque al final todo se resolvería en el momento preciso y el sol jamás dejaría de brillar mientras nos sonríe como si fuéramos una aldea gigante de Teletubies.
Eso no quita que los finales felices sean posibles, aunque es discutible el término “finales“, porque generalmente en los cuentos te chantan esa palabrilla sólo para cerrar un capítulo, pero todos sabemos que ese final es realmente el mero mero inicio de otra historia. Me explico, en el cuento de la Mugrosienta (Cinderella para los amigos), el “final” de su trágica y sufrida infancia y adolescencia es un majestuoso matrimonio con el guapo heredero a la corona de su comarca. Bien, hasta ahí todo perfecto ¿no? la muchacha maltratada por su familia, tratada como sirvienta, medio autista y toxicómana (hay que volar bien alto para tener por amigos a unos ratones y pensar que se te puede acercar volando una gorda en miniatura a concederte deseos al estilo de Harry Potter sólo porque le caes bien), que reivindica su existencia al encontrar el amor en un prominente muchacho; argumento novísimo y de una fuerza literaria que ni siquiera a Cervantes se le hubiera ocurrido tan elaborada historia. Pero nadie te cuenta que sigue luego de su “comieron perdices y vivieron felices”; nadie te cuenta las peleas maritales por los malos hábitos recién descubiertos en la convivencia (Cinderella por tanto maltrato es neurótica y mitómana, y el príncipe como buen exponente de la realeza tiene cierta alergia a mezclar agua y jabón), las infidelidades y engaños mutuos (obvio, viven juntas casi mil personas en un castillo de esos, a poco no esperan que tengan sus aventuras por ahí, y quien quita que no hayan montado un baile real swinger o una “royal orgy masked dance”), los estragos del tedio y los rumores de frigidez de la nueva “princesa” y la consabida impotencia del “principito”. Acabando todo trágicamente con un anuncio público de la separación de la pareja ante la aceptación de una (de tantas) infidelidad de parte del príncipe, y la posterior muerte de Cinderella en un accidente de carrozas en un sendero de alta velocidad, cuando huía de unos retratistas y pintores que la seguían a su salida de un hospedaje con su amante, un emisario árabe (parecido con la realidad, igual a conincidencia).
¿Es eso un final feliz? Pues noooo… A ver, a ver, fácil es decir que su “final feliz” fue hallar el amor y casarse, pero de ahí ¿qué? Eso de vivir un cuento de hadas está altamente sobrevalorado en estos días. Con tanto bombardeo mediático te hacen creer que lo que ves en la pantalla de tu televisor en la tediosa comodidad de tu casa o en la projection screen de un cine de piso pegajoso, es real, posible y tranquilamente alcanzable. Con tamaña mentira propagándose por doquier, es evidente que un grueso de la población atarantada por los destellos de felicidad que esos actores muestran, quieran emularlos en su vida diaria. Que poca personalidad, que mal realmente, eso demuestra cuán misérrimos se deben sentir algunos para esperar que por gracia de Santa Rada de los ignotos, les llegue el día de su suerte. A ver, juguemos por un momento a imaginarnos un escenario real, tenemos así a una chica X quien conoce a un chico Y, se gustan, se atraen, se enamoran, se desean, se necesitan, etc., etc., etc. Pasan por cientos de avatares antes de poder ver concretado su amor, pero finalmente lo consiguen. Por fin están juntos luego de casi dos años y disfrutan el período de gracia de toda relación; luego comienzan las peleas y decidiendo cortar por lo sano él se va con otra y a ella la deja embarazada de tres meses. Ella no soporta la decepción de ver como su historia feliz se viene abajo, decide no creer más en el amor y se cuelga de la viga de su cuarto dándole más trabajo a sus pobres padres que tendrán que lidiar con los gastos de sepelio y entierro, y habrán visto irse al desagüe su inversión y su seguro para la vejez. El muchacho se enterará de todo, se deprimirá y encontrará refugio en el alcohol para tratar de calmar su sentimiento de culpa, su novia actual no querrá lidiar con eso y regresará con su antiguo machucante, esto sumirá más aun en el foso de la pena al muchacho y se volverá un alcohólico empedernido, dejará sus estudios y acabara mal viviendo debajo de un puente en compañía de otros despojos de la sociedad. ¿Y todo esto por qué? Por creer que su vida puede ser un cuento de hadas y tener un final digno de ser filmado por Spielberg con un guión adaptado por Guillermo del Toro.
Es que es lógica básica, mientras más esperas de algo, más fácil es que te decepciones y más dura será la decepción, es como dicen coloquialmente, mientras más alto subes más dura es la caída. Acaso no es mejor ser realistas y pensar, hey! los cuentos de hadas son una bosta que hago ver a mis hermanos para que me dejen ir a fornicar tranquilo con mi prima segunda mientras mis papas están en el casino… ¿Para qué esperanzarse en que todo será color de rosa y que hallarán el camino amarillo que los llevará al final del arcoíris? Mejor que lo tengan bien presente mis niños y niñas, LOS CUENTOS DE HADAS EN LA REALIDAD NO EXISTEN. Mejor acepten su vida tal y como es, miserable, insatisfactoria, aburrida, tediosa, vacía y carente de sentido, así puede que no vivan más, pero cierto es… que tampoco vivirán mejor, en fin que esperaban, ninguna fórmula es perfecta y si quieren consejos que les sirvan salgan de aquí y vayan al blog de Og Mandino… pffff.
Aunque si prefieren tómense las cosas yo, escriban cuatro sandeces cada cierto tiempo, ríanse de todo mientras se quejan del resto, y no esperen a que llegue un lindo final, sólo vivan hasta que llegue; y si pueden evitar que el final los alcance mejor que mejor. Total a algunos nunca nos gustaron los cuentos de hadas, yo siempre preferí las historias de ciencia ficción, aunque...
domingo, 1 de febrero de 2009
~^°Felicidad°^~
Sountrack recomendado para la lectura de este post.
Como dice una canción que me gusta mucho (evidentemente de Enrique Bunbury) "la felicidad, me está enseñando que hoy no soy feliz"....
Es imposible extraviar el sentido y la interpretación de cada palabra articulada en una verdad que intentamos pasar por alto... Cada vez somos menos felices en este mundo. Esto se debe a mil razones, que finalmente a cada quien afectan de alguna manera, pero existe una que reside en los adustos campos de lo absurdo… Y es que hoy no somos felices, sencillamente porque le tenemos miedo a serlo...
Quizá sea porque si admitimos que estamos tocando la felicidad, que la estrujamos, que la hemos hecho nuestra...ya no nos quedara algo por lo que esperar la siguiente mañana... Es el dilema del abnegado cazador del último elefante blanco…si llega a atraparlo habrá perdido la presa que persiguió toda su vida y la emoción de la caza habrá terminado para siempre, dejándole sólo el recuerdos de sus tardes y una cabeza embalsamada coronando su salón. Pero si cada vez que lo tiene a tiro lo deja escapar, siempre podrá contar con que la mañana siguiente tendrá otro día para tentar su propia suerte, su habilidad y sus límites, intentando atrapar a su presa. Y es que si tenemos a la felicidad durmiendo con nosotros existe la posibilidad de acostumbrarnos a ella, de que deje de ser especial, entonces si esto le pasa a nuestra felicidad, pasará a ser algo más de todo lo común que nos rodea...ya no nos representara nada de lo mágico que se supone debería ser.
De igual manera, si la felicidad está sentada en nuestras piernas cada tarde, terminaremos estancados, atrapados en ese mundillo que se nos hace perfecto, ya no necesitaremos ir más allá, no necesitaremos buscar el prado más verde del otro lado, y acabaremos preguntándonos ¿Para qué, si aquí tengo lo que necesito? Pero es más que seguro, que nos quedara la duda muy en el fondo, de pensar ¿Realmente tengo todo lo que necesito? Y poco a poco comenzaremos a ver distinta a nuestra felicidad, hasta terminar viéndola como el lastre que nos ató a una vida conformista. Si tenemos la felicidad en el bolsillo, en el puño cerrado, en el desván, ¿Qué buscaremos entonces?...
Bueno, unos dirán, pues buscaremos conservarla... Eso es justamente algo que también nos paralizará de puro temor... ¿Cómo conservar la felicidad? ¿Qué hacer para que no se aleje y nos deje la angustia paranoide de saberla perdida? ¿Cuál es la fórmula exacta para que la felicidad no se evapore entre la impotencia de nuestras manos? Es quizá esto lo que más asusta de la felicidad...su fragilidad...y nuestra torpeza para lidiar con ella…
Es que lograr ser feliz es difícil, cierto. Pero mucho más difícil es mantener la felicidad una vez que se la captura, porque esta tiende a durar tanto como un estornudo. Es un destello, un estallido, un flash, un instante, un segundo (allá nosotros que la eternizamos en nuestra percepción parcializada y altamente Hollywoodense). Ello conlleva ineludiblemente a pensar que es más que probable que la felicidad se aleje de nosotros con tanta parsimonia, que sufriremos cada paso que da en sentido contrario al nuestro. Nadie quiere pasar por ese dolor, entonces la forma más práctica de evitar esta mortuoria experiencia, es precisamente eludir a la misma felicidad desde que la vemos, o siquiera sentimos aproximarse. Y es como suelen decir los mayores…muerto el perro, muerta la rabia… ¿Qué mejor forma de evitar el sufrimiento de perder algo que amamos (porque generalmente son las cosas que amamos a las que les irrogamos la cualidad de producir nuestra felicidad) que sorteando precisamente un acercamiento temerario con aquello? Es por decir, si mi felicidad se la adjudico a una persona, pero sé que es muy posible que la misma se aleje y me haga daño con esto, mejor me alejo antes de esta persona. Así evito que mis sentimientos se expandan sobredimensionados en su dirección, y me mantengo a salvo de cualquier magulladura emocional… Quizá suena absurdo, pues implica que pensar así nos mantendrá alejados de todo aquello que podría llenar los espacios vacios de nuestras almas tullidas…pero es el modus vivendi de muchos congéneres humanos…
Además, la felicidad se ve mejor desde fuera, desde la mirada del espectador, desde los ojos del que suelta con modesta envidia un "ya me tocará, ya me tocará"... Porque cuando nos toca nos sabemos ante una serie de cavilaciones que representan la toma de severas decisiones, que muy posiblemente no seamos capaces de elegir con adecuada certeza... Así, por ejemplo, si ansiamos, soñamos, rogamos por alguna vez obtener un jugoso premio de la lotería, al ver cada semana como algún fulano se enriquece invirtiendo medio dólar en un boleto, el día que la suerte se nos ofrezca en bandeja, y seamos los ganadores, es obvio que nos inundará tremenda emoción, algarabía, “felicidad” si quieren llamarla así… Pero pasado ese estallido de euforia, viene el decidir qué hacer…el momento de pagar los impuestos, de comenzar con los gastos exorbitantes, de empezar a actuar como un hombre de sociedad, de lidiar con los buitres que saltarán alrededor buscando hacerse con algo de lo nuestro, de dudar de la sinceridad y honestidad de todas las amistades que tenemos “demasiado” cerca, de preocuparse por cómo mantener el dinero y así seguir con este nuevo estilo de vida tan costoso, de batallar constantemente con las disputas familiares por cual o tal parte de la fortuna que les toca, de vivir a salto de mata por temor a los ladrones, asesinos y secuestradores… todo ello a cambio de unos cuantos ceros extra en la cuenta de banco… No es de extrañar que los millonarios vivan tanto exceso, pues saben que vivirán poco y deben aprovechar su tiempo al máximo…¿No?
No se...personalmente pienso (y creo haberlo comentado con soltura, con todo aquel que me lo pregunte) que la felicidad no es más que la conjunción de momentos alegres en un corto periodo de tiempo, que nos llevará a sentir una aparente calma, tranquilidad en algún sentido y nos infundirá una visión optimista; estado que dura apenas un momento. Pero felicidad, tal como la pintan generalmente (duradera, imperecedera ante los avatares del mundo) sinceramente no creo que exista.
Y así exista o no, es la idea de ser felices lo que nos atemoriza, y al final nos quedamos sentados, con los brazos cruzados viendo como pasa delante nuestro, y en el mejor de los casos nos limitamos a hacer el amago de saludarla con la mano, un saludo que en realidad intrica un silencioso pero obvio, adiós. Somos humanos al fin de cuentas y el temor es parte de nuestras reacciones más primitivas, y antes de arriesgarnos a algo incierto (porque la felicidad implica el tomar riesgos a cada instante) optamos por la estabilidad apacible de lo seguro. Elegimos no lo que deseamos con pasión, porque sabemos que nos completará, sino aquello que tenemos más a la mano y que después de todo nos viene bien para engañarnos a nosotros mismos y pensar que era lo mejor, sólo porque no había riesgo alguno…
De momento, yo no pretendo a la felicidad (alegría, realmente) pero sé que quizá si la tuviera en frente desviaría un momento la mirada, y fingiría que no la vi venir, pero eso es algo que estoy acostumbrado a hacer. Total…la felicidad me está enseñando que ahora no soy feliz… ¿Cierto?
Este post fue motivado por la genial reflexión de mi estimadísima Melissa Ramírez Arévalo, titulada “Muy corto todo, para no querer intentarlo”; texto que podrán encontrar en su blog “Entre Calles y Borrones”. Altamente recomendado.