Soy un ser que carece de vergüenza y de sentido del ridículo, es más podría decirse que disfruto al máximo de la estupidización espontánea y la puesta en escena del rol juglar entretenedor. No sé, me mantiene los ánimos elevados el ser partícipe/artífice de las risas y gratos momentos con mis amigos (ojo, sólo con estos, ya que entre extraños opto por mi vertiente ridiculizadora y sarcástica para minimizar a un tercero, aunque con el mismo propósito humorístico) y de eso han quedado evidencias de toda índole, incluso algunas grabaciones clandestinas que se han filtrado hasta el youtube (thank you, Tachu).
El punto es que es difícil que yo sienta el bochorno invadirme ante una situación que el común de los mortales podría identificar como vergonzosa, así que no podría hablar de los cinco ridículos más grandes que he hecho porque intrican directamente un mal momento…
Así que mejor mencionaré las cinco situaciones ridículas que más han calado en mi memoria y que más me divierte evocar, aunque en cierto sentido a estas alturas de mi vida… no quisiera volver a repetir.
El primero es un hecho poco conocido, sólo atestiguado por unos pocos privilegiados en mi escuela, allá por el año 2002 (Giancarlo me lo hizo recordar recientemente). Por esas fechas había una novela colombiana (creo, me da igual) muy popular llamada “Pedro el escamoso”, la cual debo confesar (quizá esto de por sí sería un hecho para la vergüenza) me gustaba, sobre todo por el baile del protagonista, conocido como “El Pirulino”… Tan difundido era mi gusto por la novela y por el dichoso bailecito que mi talento para la comicidad, evidenciado en una metamórfica caja vocal y una mente de viejo verde sesentón, me llevó a comenzar a bailarlo cada que podía… El culmen del descaro y el desenfado llegó cuando interpreté el bailecito para toda la promoción (debo aclarar que yo formaba parte de la misma, y era el brigadier/delegado/monitor o como quieran decirle de la sección A°). Enfundado en mi pantalón plomo, camisa blanca manga corta, mi corbata azul y cordón rojo putón, salí al frente de mis compañeros y de un momento a otro sin ninguna motivación más que mi propia insania empecé a cantar la canción con un ritmo socarrón, lleve mi mano derecha hasta mi oreja, flexioné las rodillas, baje mi mano izquierda hasta la altura de mi muslo y elevando el potito comencé a bailar y bailar entre carcajadas… Esa mañana me perseguirá de por vida, pero que rico se sintió hacer eso.
Un segundo acontecimiento ridiculizante es más reciente, el año pasado luego de haber aprobado un curso de los más difíciles nos pusimos en marcha a un festejo en casa de una amiga, de paso que se festejaba el cumpleaños de un amigo muy apreciado por el grupo de las féminas. Para dicho evento etílico, todos llevamos una contribución alcohólica, yo lleve un vino de durazno “Boones” y un ron “33”, al llegar encontré desde vinos tintos, hasta coctel de fresa o maracuyá (creo, estaba tan borracho que ni prestaba atención a lo que tomé) pasando por la siempre presente cerveza. Como es bien sabido por todos no hay peor aberración alcohólica que la mezcla indiscriminada… bueno yo soyun aficionado extremo de la experimentación gastronómica… así que mezcle todo cuanto pude. A las tres horas de ingerir alcohol como si se tratara de un elixir para salvar mi vida ya estaba en un punto crítico (aunque debo reconocerle a mi cerebro una lucidez que me permitió ser consciente de todo mientras actuaba con plena inconsciencia), mientras bailaba agitaba las botellas de cerveza haciendo que su contenido saliera proyectado como una ráfaga, mojando asistentes, paredes y piso por igual… entraba cada quince minutos al baño a inducirme al bulímico arte de la regurgitación intentando hacerle espacio a mi estómago para beber más… salí con los muchachos a comprar más cerveza y terminé tirado en el piso como cualquier borrachín, renuente a levantarme… cuando la fiesta en casa de mi amiga culminó y la continuamos en un parque cercano comencé a darle de cabezazos a todos los que tenía alrededor, mientras pintaba una sonrisa deforme en mi adormecida faz… para terminar dándole cabezazos a un árbol hasta abrirme un poco la frente, alejarme caminando por las oscuras calles en total soledad y regresar a mi casa apelando a toda la fuerza de control de la que disponía para no tropezarme ni hacer bulla alguna que despertara a mi señora madre… ¿Y todo para qué? Para terminar tirado en la ducha, sumamente dormido, soñando que era mi suave y tibia camita…
Mi tercer ridículo viene de la mano de uno de los locales que me acogió con más cariño en mis años mozos de universidad… La discoteca “Atika”… debo confesar que era un asiduo asistente a todas sus fiestas de fin de semana, incluso si podía y me lo permitían, asistía tanto viernes como sábado, a beber gratis (me regalaban tragos por ser un cliente tan fiel) y bailar hasta empaparme en sudor. Eran tiempos de farra y diversión que me llevaron a hacer más de un papelón (ridículo), como el bailar de forma alocada, arrojándome al suelo y quitándome la camisa, moverme como una bailarina Go-gó en rollers, llegando incluso a subirme a la barra para bailar ante las palmas de sus asistentes, meneando la maquinaria al ritmo del entonces joven reggaetoon… Esos días hoy me quedan lejos, no piso una discoteca desde el año pasado y de momento no me llama la atención ir a ninguna… Como has cambiado pelona…
El cuarto capítulo de mi vida de ridiculeces le corresponde a mi intempestividad al momento de vestirme… una fulana me dijo alguna vez que yo era una persona voluble e inestable, y lo demostraba en mi forma de vestir… (fuck you)… sólo soy un fashionista… ejemmm… ejemmm… Es que puedo pasar de los jeans holgados, las camisetas de color entero y las zapatillas de skater; a los conjuntos de pantalones negros ceñidos, botines, camisas “Cacharel” remangadas y desabotonadas hasta la mitad y correas “Dolce & Gabanna” o “Armani”; o mis jeans personalizados, pintarrajeados y rotos, zapatillas “all star” teñidas de dos colores diferentes, camisas negras manga corta, corbata roja, pelo engominado hacia arriba con mechas rojas, ojos pintados con delineador, uñas negras y una cadena de clips desde la oreja izquierda hasta la nariz; o lo más reciente mi pantalón negro de vestir, zapatos botines negros, polo manga larga a rayas negras y rojas, mi sombrero negro de mafioso, y un guante de cuero negro en la mano derecha (lo que yo llamo mi look Freddy Kruger) … Me ENCANTA cambiar de look, me parece divertidísimo, y en más de una ocasión tan luego he salido de mi casa he caído en la cuenta de que mi atuendo no resulta tan agradable a la vista de los demás como lo resulta para mí. Tanto es así que en una ocasión me quedé varado en una esquina a las diez de la noche, durante casi dos horas porque ningún auto quería recogerme… los colectivos y taxis pasaban pitando sus claxon, pero nada de pararse para que pudiera subir e ir a mi casa… así que caminé casi quince cuadras hasta un paradero donde no podrían decirme que no… me equivoqué… esa noche caminé mucho, mucho…
Finalmente, y especialmente también, está un ridículo que si me ha logrado mover las fibras sensibles hasta hacerme desear no haberlo hecho, pues es una mancha en mi historial de perfecto desempeño artístico humorístico en la Universidad… Teniendo el respaldo y el voto de confianza de mis compañeros, el aval de haber escrito, dirigido y actuado en las dos parodias que dieron origen a una sacra tradición de burla hacia los profesores… pues me aventuré a aceptar el hacer un monólogo (aquí la gente que lo vio y me conoce empezará a reírse de mi)… Fue DESASTROZO… ¡!!!!!!!!!!!!!!!… había preparado un material bastante decente, pero en la primera revisión de los censores de la verbena donde debía presentarlo me lo mutilaron… le cercenaron la joda tan rica que provoca las risas más honestas… dejándome con un texto sin vida, con comentarios como “¿se han dado cuenta que las chicas usan falda en los exámenes? (inserte un grillo aquí)… ¿no? ¿Por qué será? ¿Acaso será para copiar los apuntes en sus piernas? (el grillo se aburrió y se fue)… El texto original eraalgo como… “Oe, nunca se han ganao’ que las flacas más tabas tienen un amuleto de la suerte para aprobar los finales… las putifaldas… Uy no, cualquiera piensa a pa’ rayarse la pierna y plagiar… no pues webón, eso lo hacía la Dra. Luz en sus tiempos, cuando venía con su faldón y se escribía con carbón en el tobillo pa’ copiar… lo que ahora está de moda escribirse algo chiquito nomás, pero eso sí… mil veces más efectivo… paso uno, agarras tu calzoncito rosado más inocente con la cara de Hello Kitty; paso dos, con lápiz labial escribes justo en medio “profe, ¿intercambiamos?”… y paso tres, te sientas adelante y en mitad del examen abres el negocio y haces la oferta para cerrar el trato… ¿Para qué más si o no? Dime, al final qué “chucha” vas a estudiar… (Pausa dramática) Pues esa…” Eso hubiera sido un monologo como manda Buda… pero ya pues… terminé siendo abucheado y bajado del escenario por clamor popular… En ese momento tuve que hacerme el recio e indiferente, me reí de mi propia vergüenza y hasta bromeé con la situación, pero en el fondo fue el primer roche publico que me hacia desear desaparecer entre el pasto y el guano del jardín… Quizá porque siempre mis ridículos los hago a conciencia y con empeño… pero este fue un ridículo inesperado, de los que joden… En fin… eso quedo atrás y este año planeo mi contra ataque con una nueva parodia… pero si me vuelven a abuchear me buscaré otra vocación… quizá me convierta en modisto, pero de eso hablaré otro día.
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