viernes, 30 de octubre de 2009

... CharangoHero...



Algunas cosas dan grima verlas... ¿verdad?...






jueves, 22 de octubre de 2009

Amicus Iuris Fue Presentado Oficialmente

Finalmente se realizó la presentación oficial del Portal Jurídico "Amicus Iuris", y como no debía ser de otra manera, se realizó por todo lo alto, con la presencia de las principales autoridades de la Facultad de Derecho, y una buena concurrencia de parte del cuerpo estudiantil.

Si quieren saber más tendràn que entrar a la página www.amicusiuris.com y enterarse por ustedes mismos, pero para que no digan que soy mezquino... aquí les dejo el spot publicitario que realizamos para la presentación...

El próximo spot definitivamente será mucho mejor, con más calidad gráfica y posiblemente lo grabemos en alguna locación exótica de las Bahamas...

Hasta ese momento... quédense con este...

... que ahora investigar ya no tiene por què ser complicado... ¡Bienvenidos "Amicus Iuris"!...






miércoles, 14 de octubre de 2009

T____T WHY?????????????

Pido disculpas a mis queridos (cinco) lectores... pero por unos inconvenientes harto inoportunos con mi laptop no tengo ni tiempo, ni material para publicar... asì que aprovechando un ordenador de la oficina, he entrado para ponerlos sobre aviso...


Ay de mi blog... ay de mis trabajos... ay de mi TESIS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

T___T

Why, Avira Antivir...?????.... WHYYYYYYYYYYYYYYYYY?????




viernes, 2 de octubre de 2009

¨¨ Apodos ¨¨


Apodos… no es más que un sobrenombre, un mero adjetivo o sustantivo que por razones sumamente diversas terminan irrogándote cual si fuera tu nombre de pila… Chapa, chaplín, mote, o nickname… da igual como se le diga, el caso es que todos tenemos uno… queramos o no…

Esta es una verdad universal, no existe un ser humano en la tierra que no tenga un sobrenombre, ya sea para ensalzar sus cualidades, hacer notar ciertas características físicas que le son propias, o bien para enterrarlo en la desgracia de su deshonra. El Papa Juan Pablo II era “El Papa viajero”, Margaret Thatcher era “La dama de hierro”, Edson Arantes Do Nascimento “O Rei Pelé”, Jefferson Farfán “La Foquita”, Martin Vinces “El Feo”, Jorge Roncal “El Georgy”, y así una larga lista de humanos que han sido re-bautizados por sus congéneres coetáneos… El punto es que nadie escapa a chantarse un apelativo, sea que le guste o no, por el cual será más conocido que por su propio y verdadero nombre…

Hay apodos de todo tipo, los hay sobrios como “El Vate”, “El Filósofo”, “El Pensador”, “La Vinícola”, “El Emperador”… y otros que no son más que sustantivos serenos; también los hay con su grado de pendejada como “Rodrogo”, “Pipiléptico”, “La Mojada”, “Fumeque”, “Manisero”, “La Tetanic”… algunos apodos son clásicos, y generalmente aluden a rasgos físicos como “Negro”, “El Panzón”, “Chato”, “Flaco”, “Gigantón”… están además los que te los ponen por parecerte a algún personaje (tristemente) famoso y de ahí que a un moreno le digan “Obama”, a un andino “Evo Morales”, a un cachetón “Kiko”, a mi “Ben Affleck” (ejemmm…ejemmm…) y bueno quedan los apodos que son originales y curiosos como “Daredevil Georgy”, “Osito de Chocolate”, “Dragoncito de Lúcuma”, “Gorgojo de Arroz”, “Alambre de escoba vieja”, “Cuerpo’e tortilla”, “Churincho”, “Lagartija Anoréxica” o “Chancho Ruso”…

Y con ese último apodo me quedo… y aunque preguntarlo ya tiene obvia respuesta… aclararé que ese alguna vez fue mío…

Yo siempre creí que un apodo era divertido, que te identificaba, que ponía en conocimiento a los otros sobre tus aptitudes, así, si en el colegio eras el más fuerte te decían “Toro” o “Hulk”, entonces los demás al reconocerte sabían a lo que se atenían si se metían contigo… si por el contrario eras el chancón, el inteligente, pues te dirían “Cerebro” o “Dexter”, y todos los que escuchen tu apodo de inmediato te supondrán como alguien listo… si te dicen “Flash” o “Tortuga”, pues ya sabemos a quién elegirán de último en los deportes… cosas así… Pero durante un buen tiempo yo no era apodable… era de esas personas que las miras y no inspiran en lo absoluto como para elaborar un bien pensado sobrenombre que atribuirle y cual caballero del Medioevo luego de ser reconocido como “Sir”, llamarle así por el resto de sus días… o al menos eso pensaba…

Durante mis primero cuatro años de escuela primaria no tenía apodo, en realidad la mayoría no lo tenía, con lo que no me había preocupado mucho, pues todos estamos descubriéndonos unos a otros y a nosotros mismos así que más allá del típico “gordo”, “enano” (tremenda conchudez cuando ninguno pasaba del metro de estatura), “feo”, “orejón”… nadie tenía un apodo distintivo y duradero. Pero al entrar en quinto de primaria la cosa va cambiando, aquí la inminencia de la pubertad y el deseo por ser más grandes nos llevaba a adoptar conductas propias de los mayores, una de ellas era el apodarnos los unos a los otros como el Señor nos ha apodado… Comenzaron a aparecen los “Comadreja”, “Pavita”, “El Sopa”, “Mene”, “Bruja”, “Ojona”, “Pinky”, “Chocolove”, “La Fefa”, “Mielinho”, “Topa”, “Zapatón”, “La Ubres” y varios que no recuerdo exactamente, pero yo seguía siendo… Edson…

No recibía ningún apodo y comencé a resignarme a ello, salvo algunos manotazos de ahogado como eran el poner apodos de joda y con su cuota de ingenio a otros, esperando que la venganza de sus neuronas ideara uno para mí… pero nada, de nada… Ya habiendo aceptado ser simplemente Edson (diré de paso que no soy muy fan de mi nombre, pues fonéticamente no me agrada su sonido, y mil veces hubiese preferido llamarme –y esto es algo que suelo comentar- Eduardo, Giovanni, Estefano, o Alberto) comencé a juntarme con gente que en ese entonces formaba parte de “los pendejotes de la pre… pre… pre promoción” o sea, los insulsos de tercero de secundaría, que ante los ojos de un primarioso son algo así como James Dean… Andando con ellos (no negaré que era una suerte de mascota del grupo, junto a otros dos amigos más con los que coincidíamos en el bus escolar) me di cuenta que ninguno se llamaba por su nombre de pila, es más no llamaban a nadie por su nombre, ni profesores, ni padres, nadie… “La Pancha”, “Yoshi”, “El flaco Burgos”, “Chancharezo”, “El Cindi”, “Potonar”… etc… etc… etc… y ya entrado en ese círculo yo tampoco iba a ser la excepción…

En un primer momento eran jodas de “te pareces a tal”… pero dado el trato personalizado con el que cada quien se trataba en ese grupo, era innegable que terminarían por darme un apelativo característico, sólo necesitaban algo más de tiempo para pensar en algo certero e incisivo. Mi primer apodo vino de un amigo de aquel entonces del que sólo recuerdo su apellido “Ayasta”… el me decía “El Coso” una mezcla de “cosa y oso” (supongo) y así me llamaron durante cierto tiempo, hasta que la gente advirtió ciertos rasgos (fueron lentos en realidad, ya que no había que ser un genio para notarlos en aquel entonces) de mi persona que les iluminaron el pensamiento y la joda innata, dando como resultado el apodo que más recuerdo… “Chancho ruso”…

La explicación es sencilla, yo era bastante rollizo, muy sonrosado y llevaba siempre un corte militar sumamente impropio para mi aspecto, por lo que mi look en general les inspiraba la caricaturesca imagen de un porcino soviético que se reía de sus bromas y soportaba que lo llamasen así por el puro gusto de tener un apodo… aunque luego le agarre tirria al entrar en secundaria y advertir que la madurez comenzaba a manifestarse incipientemente en mi cerebelo, haciendo que me desagradara cualquier afrenta contra mi honra, mi imagen personal y sobre todo, la imagen que de mi pudieran formarse los (las… ejemmm…ejemmm) demás… Para mi suerte sólo soporte ese apodo durante quinto y sexto de primaria, y mi primero de secundaria, pues ese año aquella promoción egresó de las aulas Eliístas para entrar al salvaje mundo universitario donde pasaron a ser las últimas ruedas del coche… Según se, uno trabaja ahora en una bodega, el otro hace taxi y alguno de ellos embarazo prematuramente a su enamorada y ahora vive entre matrículas del colegio, deudas y frustración…

El punto es que cuando finalmente tuve mi apodo estaba contento, hasta caer en la cuenta de que no siempre un apodo puede resultar muy agradable, incluso todo lo contrario… fue entonces que empecé a buscarme un apodo que a mí me gustara, que me identificara, que me sirviera como carta de presentación y con sólo oírlo girar mi cabeza y dirigir mi atención a aquel o aquella que –al propio estilo de Michael Keaton en BettleJuice- me haya invocado al nombrarme…

Así surgió el apelativo de “Lobo”, un apodo que pese a tener casi ocho años, no tuvo la pegada que yo esperaba… supongo que por lo común que resultaba y por lo poco identificable que era un rollizo mozalbete, barbilampiño y de cortes capilares marciales, con un color que recordaba más a los vientres pelados de los lechones que a las grises faces de los caninos del norte de Siberia… obviamente eso era entonces… y en cierto modo es comprensible… si se me hubiera acercado un fulano con cara de rábano y cuerpo de nabo encurtido, voz de silbato de payaso de circo de arrabal y greñas como las de hippie que no conoce lo que significa bañarse, y me viene a decir que le llaman “Tigre”, “Leopardo” o “Pantera”… pues lo menos que haría sería ponerme un pañal, reírme de él hasta desecar mi vejiga y luego decirle que lo llamaré “Pollodrilo”…

Por suerte, con el crecimiento vino la transmutación corpórea, que dio como resultado un adelgazamiento de mis carnes excedentes, la formación de masa muscular ahí donde antes había fofa grasitud y estrías, el corte militar dio paso a un estilo heavy y pelucón, y mi barbilampiñitud se reemplazó con una –si bien no frondosa- barba que al menos le da algo de encuadre a mis facciones ahora más agestadas… es en este tramo universitario donde el “Lobo” ha sonado más de lo que en seis años anteriores había oído, no sé si será que ha tenido pegada, o que a fuerza de poner en mi Nick del Messenger durante toda mi etapa universitaria “(S)Lobo –adjetivo de turno-(S) –frase de turno-“, el usar polos con caras de lobo, mandarme hacer camisetas con estampados de huellas de lobo, dejarme crecer las uñas de las manos y afilarlas como garras, firmar en todo como “Lobo” Meléndez, usar dijes con huellas de lobo o muelas de chacal (nunca encontré un colmillo de lobo T__T), o mandarme a hacer un anillo con la cara de un lobo, que ahora se me identifica más con ese sobrenombre…

Ahora si estoy contento con mi apodo, y no me molestaría que se me llegue a ubicar regularmente como “Lobo” y que luego recién se conozca mi nombre real… además, es una figura con la que me identifico y con la cual encuentro una grata conexión… y bueno, también se presta para agradables juegos de rol fabular como ser “El Lobo Feroz”… ¿no, Caperucita?...

En fin, creo que el día que este blog tenga más de 5 lectores me animaré a hacer una encuesta para interrogar a la gente sobre sus apodos, y les pediré una recomendación apodativa para mi persona… pero hasta entonces seguiré siendo “Lobo”… les guste, no les guste o (creo que es más probable) les dé muy igual…

Mmmm… uno de estos días cumpliré con escribir sobre las razones, motivos, causas y circunstancias que me llevaron a elegir ese apodo, ya que desde hace mucho tengo la intención de hacerlo…

Anyway… terminó mi break time en la oficina… así que retorno a la tediosa vida laboral…

T__T ¿¿¿WHY???...

Digo… AUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU!!!