martes, 9 de septiembre de 2008

Azul



Música recomendada para acompañar la lectura de este post.

¿Alguna vez te has sentido tan solo como para pensar que ni siquiera tú estás contigo?... No supe que responderte, tu pregunta me tomó por sorpresa dejándome a merced de respuestas inapropiadas que te sonarían tan falsas como aquellas palabras que sé, te hacen preguntarme esto. Tu mirada no se apartaba de mí, como rogándome por una respuesta, pareces tan indefensa cuando me miras así, me desarmas por completo, y no me gusta quedar desarmado ante la artillería de tu mirada tan azul. Err…no se, creo, quizá alguna vez… ¿pucha sabes? Nunca me he puesto a pensar en ello… Creo que esperabas algo más de mi respuesta, no, no esperabas algo más de mi respuesta, esperabas algo más de mí. Te has acostumbrado a que yo siempre tenga en la boca justamente aquello que a ti te hace falta, consejo, broma, canción, insulto, reflexión, cariño, sonrisa, puchero, mueca…pero nunca has necesitado de mi boca aquello que más quería darte.Mmm…bueno… Y volviste a mirar al frente con la fisura de la decepción marcándose a los lados de tus ojos. Habría preferido que me reclamaras por mi falta de elocuencia, que me increparas mi respuesta tan bochornosa, que me criticaras por ser tampoco profundo, incluso habría preferido que te enojaras conmigo como solías hacer llenando tus mejillas de ese rubor pasajero que te luce tan bien; hubiera preferido cualquier cosa, antes que aquel mmm…bueno… Y esa fisura de la decepción marcándose a los lados de tus ojos. Conozco esa respuesta, conozco cuando la usas, conozco por qué la usas, sólo la habías usado conmigo cuando recién nos estábamos conociendo, cuando yo era un desconocido que intentaba en vano acercarse a tu mundo. Desde hace 4 años no la habías usado de nuevo para responder a algo que te acababa de decir, pero cuantas veces te he oído usarla para silenciar una conversación con él. No se como sentirme, bueno, en realidad si lo sé, porque me estoy sintiendo fatal. Alucina que pensándolo bien creo entender a lo que te refieres… No lo digo sólo por decir algo y salvar este silencio tan incómodo, es verdad, si entiendo lo que sientes, pero no puedo decirte cuando lo he sentido. Vuelvo a captar la atención de la artillería de tu mirada tan azul, la fisura de la decepción se disipa mientras entrecierras tan dulcemente tu ojo izquierdo y aprietas tus labios sonrosados hasta formar una sonrisa. Ay… Y sonriendo aun meneas despacio tu cabecita tan llena de ideas que ojala nunca hubieras tenido, antes de dejarla caer como una pluma sobre mi hombro, mientras que con el fuerte viento de esta ciudad tu cabello se permite jugar en mi rostro, me hace cosquillas, pero no sonrió por eso.Mi brazo ya ha había reposado rodeando tus hombros, mi mano derecha ya había intentado confortarte recorriendo con tierna parsimonia la suave piel de tu brazo derecho, mi mejilla ya había acariciado tu cabello muchas veces antes, y de cuando en cuando mis labios ya habían dejado que los sintieras en la frente. Nada de esto es nuevo, aparentemente, pero lo sigo sintiendo como lo he sentido siempre, como si fuera aquella primera vez que me dejaste hacer todo eso, mientras llorando abrías tu corazón lastimado con este desconocido que intentaba en vano acercarse a tu mundo. Gracias…Y escondes tu cara contra mi hombro, sé bien por qué lo haces, sólo pasan unos segundos para que comience a sentir como pequeñas gotitas tibias atraviesan el algodón de mi polo y llegan hasta mi. Dejas caer sólo unas cuantas y vuelves a levantar tu rostro, con la artillería de tu mirada tan azul apuntando hacia el frente, pero aun abandonada al abrazo de este desconocido que intento no en vano acercarse a tu mundo. ¿Qué hora es?... No traje reloj esta tarde, salí apurado en cuanto leí tu mensaje, ¿mensaje? ¡Mensaje! ¡El celular! Siempre tan útil. Las 6 y cuarto… El tiempo ha pasado por nuestro lado tan rápido como de costumbre cuando estamos juntos, te levantas apoyándote en mi rodilla con excesiva fuerza, y ni te imaginas cuanto me ha encantado siempre esa costumbre tuya, limpias tus jeans con las manos, los acomodas y cierras al tope tu casaca. Apúrate ocioso… Y me tiendes una mano para que me levante más aprisa, sólo atino a mirarte y sonreír embobado con todo mi disimulo, tomo tu mano y dejo que ayudes a pararme. Repito el mismo ritual de improvisado acicalamiento de mis prendas, y sin más que hacer en estas escaleras te sigo a donde parece que tienes que ir, lo sabes, te seguiría a cualquier parte.Caminamos fuera de la universidad, desde las escaleras no has dicho nada, yo tampoco me he atrevido a romper tu silencio. Llegamos a la pista y me apresto a parar un taxi, pero me dices que quieres caminar un poco más. ¿En serio? Pero si quieres caminar mejor entremos de nuevo a la U, podemos dar vueltas, o subir hasta el mirador del nuevo edificio y bajar, y subir y baj... Pero interrumpes mi intento de propuesta, pareces tener otros planes o simplemente no tener ninguno, pero no pretendes seguir el mío. ¿Me acompañas al centro por fis?... No me negaría jamás, lo sabes, sabes que así me lo pidieras de la forma mas ruda y grosera te diría que sí. ¡Pucha! ¿Hasta allá? No te pases pes, ya, ya, ya, nomás después acuérdate ah… Formalidades propias de mi actuación, tu comprenderás, quizá no. Creí que caminaríamos conversando, pero vas calladita como casi toda la tarde, de pronto cruzas tu brazo con el mío y lo sujetas con fuerza, intuyo que sientes frío, quisiera haber traído una chompa, una casaca, un sayo, qué se yo, algo que pudiera prestarte para que te arropes, la verdad no, ojala te hubieras puesto ese polo turquesa de tiritas que me encanta, así no sólo tomarías mi brazo, me abrazarías y tendrías que dejar que te abrace. Llegamos a una de esas esquinas con sus típicas jardineras, avanzamos hacia la pista y te me pegas más, no lo entiendo hasta que veo a un muchacho, posiblemente de nuestra edad, entiendo por qué te has asustado, su aspecto asusta, tiene la mirada perdida, un polo negro, los puños cerrados y no mueve ni un músculo. Lo rodeamos, yo no lo miro demasiado, algo en él me causa cierta pena, no se qué es, tu por el contrario le has clavado la mirada de pies a cabeza. Me pareció o estaba todo sudado, pucha que asco… Se que lo dices en serio, siempre has sido muy susceptible a ese tipo de cosas, tu estómago se impresiona con facilidad y te dan ataques de nausea, creo que sólo a mi me has contado eso, no te gusta la idea que los demás lo sepan aunque no tenga nada de malo. Avanzamos y las luces de los postes empiezan a prenderse de naranja, aparecen los anuncios de neón en algunas tiendas, las gigantografías iluminadas en otras, los carteles luminosos se encienden en las más grandes, y desde tus últimas palabras ya pasaron 6 cuadras. Entras a una tienda y cuando voy a entrar a tu paso sueltas mi brazo, me basta para entender que quieres entrar sola. ¿Me esperas un ratito sip? No me demoro nadita, de veras… Y te pierdes dentro de las vitrinas, mientras yo me quedo como un alfil parado frente a la puerta, tarda todo lo que te dé la gana pequeña, que yo aprendí a esperarte hace mucho, y te esperaré aun todo lo que haga falta.Tardas 6 minutos y sales con un cofrecito metálico, es de esos que al abrirlos tocan una melodía clásica, todo plateado excepto por los bordes donde se abre que son dorados. ¿Y eso? ¿Tienes algún cumpleaños o algo así?... Te limitas a sonreír, aunque con tu sonrisa no requiero más respuestas, te imito y no insisto con la pregunta. Llegamos a la plaza principal, para variar llena de gente de toda la ciudad, hay mucha, demasiada, deben salir de misa, supongo. Volteamos a la derecho por la calle de los bancos, tu con tu cajita en las manos, como si dentro hubiera algo muy valioso para ti, yo caminado a tu lado, caminado junto a lo más valioso que tengo en este momento. Habla ¿Un helado?... Que pregunta tan torpe, con tal de prolongar el tiempo que puedo estar junto a ti incurro en la propuesta más zafada e inapropiada con el clima y la estación. Okis… Y no lo puedo creer aun, hasta hace 6 días no podías ni respirar por la gripe, y me aceptaste un helado, siempre fuiste muy tierna conmigo, aun cuando eras tu quien necesitaba que lo fueran contigo. Nos sentamos en una de las mesas del segundo piso, tú pediste un helado de chocolate, yo de manjarblanco, ninguno tenia hambre en realidad, pero era sólo un pretexto para raptar el tiempo a nuestro alrededor. Siempre que comes ensucias las comisuras de tus labios, y a mi me encanta estar ahí para señalarte donde pasar la servilleta, aunque al final la termines pasando por toda tu boca. ¿Qué horas es?... Se resquebraja el momento y la realidad me despabila, miro el celular una vez más y te informo que es lo suficientemente temprano como para llegar apenas tarde a tu casa. Nos levantamos sin hacer mucho ruido, yo me encargo de la cuenta y tu de agradecerme por el gesto, salimos de regreso al viento frió de estación, y los helados dejan de parecer una buena idea. Subimos a un taxi que tu misma detienes, parece que ya caminaste lo suficiente, subimos en el asiento de atrás, y con el fondo musical de una cumbia de esas de moda, me atrevo a sostener la mirada en tus facciones que me fascinan, cuando la artillería de tu mirada tan azul se gira para apuntarme, bajo la mirada a tu cajita/cofrecito y finjo haber estado mirándolo todo el tiempo. Es una tontería que quería comprar hace tiempo, alucina que la vi y me enamoré de esta cajita… Entiendo lo que quieres decir, lo comprendo perfectamente.Llegamos a la puerta de tu casa, esta vez tu pagas el taxi y yo te lo agradezco. Estas loco, no te iba a dejar pagar pues, hoy te has portado super lindo conmigo… de veritas… Sosteniendo tu cajita/cofrecito con una mano te permites abrazarte con la que te queda libre, me aprietas fuerte y yo me limito a acariciar con timidez tu espalda. Tocas el timbre y se oye la voz de tu hermana, me sonríes quizá por última vez en la noche y te vuelves a mirar tu puerta, yo me quedo mirándote a ti, tentado por millonésima vez a confesarte la mayor mentira que vengo arrastrando desde que te conozco. La puerta se abre, y te giras de nuevo hacia mi para despedirte una vez más, la definitiva, me equivoqué, aun me tenías una sonrisa final escondida como sorpresa. Gracias, en serio… Y comienzas a entrar a tu casa, atravesando la puerta tras la que te guareces del mundo, yo me quedo esperando en tu puerta hasta que estés a salvo en tu alcoba, como un alfil. De pronto recuerdo que había olvidado algo, coloco mi mano entre la puerta y su marco, te percatas de sobra, no fui muy elegante en el movimiento, pero al menos me regalas otra sonrisa. Me miras aun con esa sonrisa como esperando que te diga aquello que aparentemente no pudo esperar hasta la próxima vez que nos veamos. Sólo quería decirte que tu nunca estarás sola, yo estaré contigo, como hoy, siempre… La artillería de tu mirada tan azul se rinde por un momento, y sin perder su sonrisa tus ojos se humedecen, es la sonrisa más bonita que te he visto en todo el día. Muchas gracias… Te despides y cierras esa puerta tras de ti, oigo sus cerraduras accionarse, y veo como se apaga la luz del recibidor, pero por alguna razón sé que sigues de pie ahí, cuando deberías estar en la seguridad de tu alcoba, pequeña… ¿Sabes? Creo que me he acostumbrado a que siempre tengas en la boca justamente aquello que a mi hace falta, un consejo, una broma, una canción, un insulto, una reflexión, un cariño, un sonrisa, un puchero, una mueca… Sí, pero nunca has necesitado de mi boca aquello que más he querido darte.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Tenvidio



Música recomendada para acompañar la lectura de este post.


Hoy salí temprano de mi casa, caminé cerca de 4 cuadras, calculo no haber tardado apenas un poco más de 6 minutos en este trayecto. Llegué a esa inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina. Me quedé inmóvil, me quedé estático, me quedé y me quedé…me seguí quedando. Mis ojos amoratados y abandonados de sus órbitas en oposición a la estupefacción de mi cuerpo parecían recorrer de un lado a otro de la pista, de extremo a extremo tu cuadra, de arriba para abajo tu casa. No se qué estaba buscando, no era a ti; no se qué necesitaba buscar, eso quizá si eras tú.
Tardé apenas un poco más de 6 minutos en el trayecto que me trajo a ésta inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina. Tardé apenas un poco más de 6 minutos en abandonar la seguridad de mi mundo para sumergirme de nuevo en este ignoto océano de tu incertidumbre, sin bote ni flotador. Sigo estando estático, me sigo quedando. Fueron apenas un poco más de 6 minutos en llegar aquí, y llevo aquí casi una hora que ha pasado más rápido que esos escasos aproximados 6 minutos. Cuando llegué no sentía este viento, no lograba sentir el frío que ha llenado la ciudad de a pocos, no sentí cansancio por caminar, no sentí la agitación de haber casi trotado por momentos…ha pasado casi una hora que ha pasado más rápido que esos escasos aproximados 6 minutos, ya no tendría sentido estar cansado, menos sentido tendría sentirme agitado, he estado inmóvil por casi una hora. Pero no es así, mi respiración está tan agitada que siento cada bocanada de aire ingresar con violencia en mis pulmones, lo siento con tal fuerza que incluso llego a percibir como el aire se estrella contra mis alvéolos como olas rompiendo en la costa. Siento mis pulmones hincharse como globos, los siento intentar taladrar mi pecho como buscando la libertad de un mundo donde no son más que vísceras. Estoy empapado en sudor, siempre he sudado mucho, hoy no tendría que ser la excepción, pero mis manos formando sendos puños gotean por entre mis palmas y mis meñiques, hay pequeñas gotas suicidas estrelladas contra el pavimento a cada lado de mi cuerpo. Mi sempiterno polo negro es el perfecto cómplice para ocultar que lo llevo casi empapado. Mi frente, mejillas y cuello están invadidos de pequeñas pero infinitas gotas desbordando de cada uno de mis poros. Estoy agitado, estoy cansado. Y congelándome hasta en el alma.
Son 94 minutos y 34…35…36…37…segundos en esta misma posición, en esta misma situación. La gente pasa evitándome, rodean esta inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina. Otros cruzan a la acera de enfrente. Casi ninguno de ellos me mira, pero unos cuantos movidos por la mórbida curiosidad que les despierto fijan sus pupilas en cada centímetro de mi persona, auscultándome con un gesto de repulsión y desaprobación por invadir su rutinaria procesión citadina. Nada de eso me interesa, bueno…en realidad si…quisiera moverme, gobernar mis pasos otra vez y alejarme rápidamente, esconderme de nuevo en la seguridad de mi mundo. Pero no puedo, estoy inmóvil, me he quedado estático…me he seguido quedando. Las primeras luces de la calle empiezan a hacer su aparición, irrumpen en los tonos grises de una tarde nublada y ventosa con su naranja artificial, artificial como todo lo demás, hasta los sentimientos. El frío empieza a hacer mella en mi, comienzo a temblar como los cables que me miran desde ahí arriba cuando los mueve el mismo helado viento que me mueve a mi, a los dos nos mueve sin quererlo, sin que podamos hacer algo para impedírselo. Dejo de oír a los autos y sus viejos motores, bocinas estrepitosas, estaciones radiales populares y conductores verbi agresivos y ordinarios. Otro sonido se agazapa sigilosamente en mi canal auditivo, es un chasquido seco, constante y veloz, como si 32 piezas óseas esmaltadas muy pequeñas colisionaran unas contra otras dentro de una bóveda que les hace eco… Le hace el coro a esa cadencia de percusión un rugido decadente clamando por el dolor del hambre auto impuesta. Quizá sean 25º grados allá afuera, aquí dentro debe estar bajo cero. Aún así el sudor no ha frenado su salida de mi cuerpo. Quizá, como todos, trata de alejarse de mí, de abandonarme, de ponerse a buen recaudo de toda la inmundicia que emana mi persona…lo comprendo.
La calle es una mezcla de negro y naranja reflejado en el pavimento, aceras, paredes y ventanas…La cantidad de personas que apresuraban su paso para evadirme en inmutable esquina de la jardinera firmada por la mano de algún grafitero, de su pasto casi seco y su ficus pequeño a la fuerza de tanto ser utilizado como letrina, ha disminuido, y con esta luz quizá ni se percaten bien de mi aspecto. Son 148 minutos y 12…13…14…15…16 segundos…los estragos en mi cuerpos dejaron de ser leves, me duelen los tobillos, las rodillas, la espalda, el estómago, el pecho, los hombros, las manos, la cabeza y sobre todo aquel espacio vacío entrando a mano izquierda por mi pecho. Mis ojos ya se cansaron de moverse por todo lo que mi cuerpo no lo ha hecho, ya no te buscan, ya no parecen recorrer de un lado a otro de la pista, de extremo a extremo tu cuadra, de arriba para abajo tu casa. Están fijos en el dintel de tu puerta, tratando de ver más allá del marrón oscuro y sin manija de tu puerta, tratando de verte quizá intentar verme en las pupilas cerradas de tus recuerdos. Pero no veo nada, nada más allá del marrón oscuro y sin manija de tu puerta. La respiración se me quiebra, mis ojos se paralizan, mis puños cerrados ahora marcan mis uñas en mis palmas emblanquecidas. Mis piernas como autómatas adheridas a mi torso se mueven trastabillando hacia atrás, doy dos pasos en franca reversa y mi cuerpo hasta entonces estático se anima a girar, a dejar de recorrer de un lado a otro de la pista, de extremo a extremo tu cuadra, de arriba para abajo tu casa. Me alejo caminando presuroso y con los ojos cerrados, guiándome sólo por los reclamos de los peatones, los gritos de aquellos contra los que choco frontalmente en mi ciega arremetida, y las estridentes bocinas que me anuncian el haber abandonado la acera y estar deambulando por la pista. Llego a la seguridad de mi mundo a puertas cerradas, cama destendida y vida desordenada; me encierro en la seguridad de mi mundo a ojos cerrados, palabras vencidas y recuerdos impostados. Como lo envidio, como te envidio. Como envidio que pueda tenerte cerca, que pueda abrazarte, peor aun…que tu quieras abrazarlo tanto. Como envidio que pueda besarte, que pueda sentir tus labios cuando le plazca, peor aun…que tu quieras besarlo tanto. Como envidio que pueda enojarse contigo, que pueda decirte como te ve en ese momento, peor aun…como envidio que seas tu quien lo busque para calmarlo.
Como envidio que su ira y frustración se encuentren con tus manos en su rostro; como envidio que su tristeza se halle con tu hombro cálido; como envidio que sus problemas se encuentren con tus palabras mas dulces; como envidio que su soledad se encuentre con tu compañía incondicional; como envidio que su miedo se encuentre con tu valor y fuerza; como envidio que su desamor se encuentre con tu devoción ciega; como envidio que su tiempo se encuentre con tu presencia constante; como envidio que sus necesidades se encuentren con tu intención dispuesta; como envidio que sus sueños se encuentren con tus desvelos prestos; como envidio que sus ojos hipócritas se encuentren con tu mirada sincera; omo envidio que su dolor se encuentre con tu amor eterno.
Como lo envidio, como te envidio. Como envidio que sea lo que buscas, como envidio que sea lo que te hace feliz, como envidio que sea lo que requieres, como envidio que lo crean perfecto para ti, como envidio que te creas todo eso, y peor aun…como envidio que se lo hagas creer a él.
Como lo envidio, como lo envidié esta tarde por estar contigo…justo este día…Como te envidio. Como lo envidio porque me hace envidiarlo tanto…Y como te envidio en especial a ti, por tener a alguien que siga muriendo por ti, aunque su amor tú hayas matado, haciéndolo envidiarte y envidiarlo tanto.
Te envidio.