Te sentaste en el espacio vacío
que había a mi lado. Creo que te diste cuenta que no era una casualidad, estaba
ahí a propósito.
Comenzaste, como siempre, con tu
típica (y fascinante) forma de romper mis hielos cuando te tenía cerca. Antes
de darme cuenta ya sentía el sonoro beso, tibio y prolongado, que me disparabas
a un lado de la frente. Yo portaba, torpemente, el estandarte de la
indiferencia. Tan desquiciante para ti, pero nunca tanto como para mí mismo.
-¿Qué haces aquí solito?- Preguntaste
sin dejar de mirarme.
-Nada, G. – Mentira – Haciendo hora
hasta que mi viejo me llame para ir a comer con unos tíos que han llegado –
Mentira, otra vez.
-Ah… Y… ¿Viste lo que te mandé? –
Tu mirada migró en un segundo hacia el vacío que llenaba la pared frente a nosotros.
No te culpo, al final y casi me culpo a mí.
-Erh… Sí… Gracias… Me gustó – Era
floro al mango. La leí hasta desgastar las letras del papel. Jamás había leído
algo con tanta reiteración. Nunca, ni en mis 5 años estudiando Derecho.
- ¿Y...?- Sé que no querías mirarme
mientras preguntabas eso. Por eso valoro tu esfuerzo de anclar tu mirada en mis
ojos distraídos a la fuerza.
- No sé… No sé qué quieres que te
diga G. – Tus ojos. ¿Cómo carajo resistí esos ojos? – Tú sabes que te quiero un
huevo…
- ¿Pero? – Maldita palabra
entonada como pregunta que te obliga a seguir hablando cuando lo más prudente
era dejar ahí la conversación.
- Pero no estoy seguro de que
coincidamos en esto – Mentira una vez más. Me cagaba por ti.
-Ah… Pero… Emm… ¿Estás seguro? –
Tu mirada regreso a la comodidad del vacío de la pared frente a nosotros.
-Creo que sí. O sea, eres de puta
madre, ya te dije que te quiero un montón – Y más todavía. – Pero no sé si
sería lo mismo de otro modo. Me entiendes ¿No? – No me entendía yo y tenía el
cuajo de querer lo entendieras tu.
-Sí, supongo… Aunque pensé… - Silencio
prolongado. No quedaba otra que acompañar respetuosamente tu
silencio. - Pensé que aún quedaba algo… Tu
sabes… Todo fue tan… -Interrumpir es un pésimo hábito, pero no necesitaba que
me recuerdes días previos. Yo también estuve ahí. Sé bien como fueron.
-Sí, sí, ya… Pero las cosas nunca
permanecen igual, menos las de este tipo. Y ya te dije, no es que ya no sienta
nada, pero ahora lo que siento me sabe diferente… Y por lo que escribiste, creo
que a ti todavía te sabe a lo mismo.
-Supongo que tienes razón… Vamos
a ritmos diferentes… Al menos acabo todo en buen plan – Todavía no sabes cómo
fingir una sonrisa.
-Igual siempre voy a estar aquí
para lo que quieras, G. Para lo que quieras eh, en serio – En serio.
-¿Siempre?
-Siempre es mucho tiempo… Digamos
que hasta que sea necesario – Ya no te importaba falsear una sonrisa. Yo seguía
falseando la mía.
- Te sonará recontra imbécil y de
niña cojuda, ya… Pero a veces pienso que tu eres el amor de mi vida… - Sí, me
sonó de niña cojuda. Pero yo también llegué a sonar como un niño cojudo.
-Mmmm… No, nada que ver. Es más ¿sabes?
Yo también pienso eso de ti…
- De… ¿De verdad? – Debiste ver
tu cara. Ese brillo.
-Sí. Tengo que admitirlo - Me
quedaste mirando. Seguro esperabas que estas palabras fueran el comienzo de una
avalancha sentimental, y que en cualquier segundo te abriría mi corazón, dejaría
fluir las emociones, sucumbiría al romanticismo que alguna vez te mostré.
Cursilerías. A estas alturas ya no.
…
Pero el silencio incómodo de apenas
breves segundos, que se sintió como un viaje alrededor del mundo tenía que
romperse.
-Estoy convencido de que tu eres
el amor de mi vida… En algún universo paralelo.
...
No hay comentarios:
Publicar un comentario