Por no entender razones…
(…)
Razones, sí, razones que tú mismo
te has venido dando hace mucho tiempo, te ves de nuevo en este extraño limbo
que es el comenzar a desarrollar sentimientos apresurados por otro ser humano…
¡JODER! ¡Que eso está prohibido,
chaval! A ver si lo vas captando… E-S-O N-O
E-S
P-A-R-A T-I
¡JODER! ¡Que eso está prohibido,
chaval! A ver si lo vas captando… E-S-O N-O
E-S
P-A-R-A T-I
¡JODER! ¡Que eso está prohibido,
chaval! A ver si lo vas captando… E-S-O N-O
E-S
P-A-R-A T-I
(…)
Y esa voz en mi cabeza grita cada
vez más fuerte… Casi tanto que hasta lastima los tímpanos… He aprendido a
creerle, a creer que debo creerle, a creer que creo que debo creerle… No lo sé…
es muy convincente…
(…)
La voz en mi cabeza, esa voz que
me ha sacado ya de apuros similares, esa voz que me ha rescatado de caer en el
ruedo frenético de las emociones, regresa como el torero al ocaso de la faena,
y entierra las banderillas en la tierna carne que recubre lo figurativo del
músculo cardiaco…
¿Acaso no te has cansado de aspirar a ser el recuerdo de alguien que de seguro tiene mala
memoria?
Sí, le
respondo casi entre dientes, pero es una lástima que mi memoria tampoco fuera
la mejor… Además, ¿cómo conocer el resultado de aquello que jamás se intenta?
Porque lo
has vivido, muchacho… lo peor… es que desde ambos lados de la trinchera…
(…)
Lo tuyo
ya no es incredulidad en las relaciones, es miedo, cobardía, te cagas en los
pantalones… Admítelo. Disfrazas con autosuficiencia y el falso tufo de la
prepotencia de quien imposta el conocer mucho de la vida, tu temor a sentir otra
vez. A que otro ser humano sienta por tu culpa. A sentir por otro ser humano que
no siente por tu culpa, que siente por culpa de otro.
Dices que
no es incapacidad de enamorarte… dices que es, sencillamente, la firme
convicción de no volver a hacerlo… ¿También me dirás que eres capaz de volar?
(…)
Estúpida
voz… … … estúpida…
(…)
Aún
recuerdas cuando Azul te dio la bienvenida al Club del Infarto Emotivo, cansado
de ser amable, tan cansado que al final hasta te cansaste de hacer fraude
contigo mismo. Pero eres un animal de costumbres… como ella los describió… y
volviste a esa amabilidad que deja un regustillo a poca cosa, a algo que
aparenta poder ser, que quieres que sea, que quieres que alguien quiera que
sea, pero que sabes que al final, igual y no será… porque no quieres…
(…)
Y así, de
pronto cayó, rodando entre las piedras, hasta llegar al fondo de aquella
hondonada, quedando atrapado en el dilema de sentir... aun cuando el mismo decía
haber decidido, que jamás se permitiría hacerlo de nuevo...
(…)
La voz lo acompañó toda el
trayecto hasta el fondo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario