¿Qué hace a alguien especial?... ¿Qué conjunto de características se requieren de forma manifiesta para que la persona que acaba de aparecer frente a nosotros deje de ser un simple peatón en este camino, y se irrogue el nobilísimo título de “alguien especial”?...
Para ser sincero, he de reconocer que en verdad no existe un estándar de atributos “especializantes”, ante los cuales remitirnos para poder realizar una comparación entre todos nuestros conocidos y poder determinar cuál de ellos despierta en nosotros, algo más que una inocente estima… Es más, en un supino error, yo solía pensar lo contrario, y al ser interrogado por los requisitos que debía cumplir aquella muchacha que seguramente se adueñaría de mis afectos más sinceros, procedía a detallar, cual lista del mercado, una retahíla de especificaciones, como quien describe lo que espera encontrar en el auto que piensa comprar… Obviamente, ante tamaña muestra de tozudez, me daba de bruces al ver que mi “bien planificado” Catálogo de Cualidades a Encontrar en una Mujer (CCEM para abreviar) resultaba harto insulso, ya que en un arranque más que hedonista, cite aptitudes y actitudes que consideré imprescindibles, y que definirían a mi mujer “perfecta”, sin contar con que yo no lo soy (me refiero a perfecto, aunque también se aplica a lo de mujer) ni por asomo, y desatendiendo a que dichos requisitos eran nada más que lo que toda la muchedumbre masculina de mi edad cronológica buscaba sin mayores miramientos…
Aunque con el discurrir del tiempo, y ya con la madurez sentando cimientos más férreos (aunque por decisión propia nunca del todo evidentes) en mi cabeza, me ponía a analizar esa vieja lista mental que más de una migraña me había traído, y no por lo disipado y amontonado de los “requisitos”, sino porque realmente no había algo esencialmente “especial”, pues quien lo leyera sólo encontraría una serie de adjetivos al azar, que lejos de definir a una buena muchacha, solamente esbozarían la más común de las inclinaciones post adolescentes respecto al sexo opuesto, una mezcla de criterios poco profundos y notoria superficialidad que de haber encontrado en aquel momento, es probable que me hubieran encandilado, pero que a la larga hubieran terminado por dejarme una sensación de que “algo falta”, conduciendo ese posible “hallazgo amoroso” a la franca debacle.
Haciendo memoria, puedo recordar al menos algunas de las cosas que en ese entonces pretendía ver en una muchacha, y que yo mal creía, eran los indicadores de su idoneidad para conmigo… aquí, a modo –precisamente- de lista, les dejo una muestra de cómo evoluciona la mente del ser humano, de etapa a etapa.
CCEM.
1.- Bonita
2.- Buen cuerpo
3.- Ojos claros
4.- Cabello largo
5.- Inteligente
6.- No sea aburrida
7.- Sepa bailar
8.- Deportista
9.- Talento artístico
10.- Buen gusto musical y en moda
11.- Sentido del humor
12.- No haya tenido enamorado antes, o ser cuando mucho el tercero
13.- Buena besando (Tremenda incongruencia con el punto anterior de aquella lista)
14.- Le guste salir de fiesta
15.- Sea loca como yo
Así iba, según recuerdo, esa enunciación de características que debían reunirse en una sola persona, para poder despertar mi interés. El más que obvio, que con una simple lectura uno advierte que no buscaba precisamente a mi futura esposa… ya que en lo rudimentario de aquella incipiente “necesidad” de tener a alguien a mi lado que detentara el título de “mi enamorada”, no miraba sino lo que de forma más inmediata me venía mejor (¿?), una muchacha de buen ver, que no fuera “taba” para evitarme los comentarios incisivos de mis amigos, que realizara actividades interesantes, no muy recorrida para estar en igualdad de condiciones, y que se prestara para amenizar las noches de los fines de semana entre algo de música, luces psicodélicas, cigarros y el –en ese entonces- infaltable alcohol…
Como podrán suponer, por aquellos misteriosos caminos que toma la vida, pese a haber hallado potenciales candidatas que encajaban en buena medida con lo requerido, no surgió un nexo que me hiciera tender hacia ellas, o sea que no apareció ese “algo” que ante mis ojos hiciera aparecer a alguna de ellas como “La mujer”, y me animara a incursionar –torpemente- en las lindes de la conquista amorosa… Con ello caí en la cuenta de que no podía definir cuan especial podría resultar alguien para mí, en base a quince puntos en un inventario intrascendente, que sólo obedecía a un criterio superfluo y que más allá de haber consignado que fuera inteligente, artista y deportista (tres cosas sumamente genéricas y que finalmente todos buscan), no aportaba más a mi realización personal.
…
Por suerte todos cambiamos de forma constante, al menos durante los primeros 25 años de nuestra existencia -madurar le llaman- y gracias a ello podemos ir puliendo, corrigiendo y definiendo cómo somos, qué queremos y a quién podríamos querer. Sobre esto último, es claro que ya no con listas, catálogos, tablas comparativas ni inventarios antojadizos, sino atendiendo a cuestiones que en verdad pueden determinar si aquella sonrisa es la que quieres ver –con la venia de Dios, Javé, Alá, Budha, Ganesha, Quetzalcoatl, Xenú o Taita Inti- todos los días que te restan… y precisamente esas “cuestiones”, tienen la cualidad de aparecer en el camino, sobre la misma marcha y sin que te hayas propuesto hallarlas premeditadamente, lo que las hace mil veces más geniales, por ir surgiendo como muy gratas coincidencias…
Eso me ha pasado, haber conocido a alguien sin habérmelo propuesto, ni haber estado en mis planes, tal como se lo dije a ella misma. Sobre todo, haber hallado en esa personita tantas cosas que me parecen geniales, tantas coincidencias, tanta afinidad, y especialmente tanta facilidad para hacerse querer y para hacer que yo deje que me quiera.
En ella se puede re-evaluar todo cuanto yo consideraba “especializable”, pues más allá de muchas cualidades que tanto antaño como hoy considero excepcionales, y que en buena medida ayudaron a despertar primero mi curioso interés y luego el más sincero de mis “Te quiero”, he descubierto y re-descubierto una gama variadísima de sensaciones y emociones que se encienden ipso facto cuando en mi teléfono celular aparece el aviso de una llamada entrante suya… emociones y sensaciones que se disparan con alegre frenesí cuando su voz se desliza queda por mis oídos… sensaciones y emociones que se llenan de sublime indescriptibilidad cuando toma mi mano, me rodea con sus brazos, y qué decir cuando rompemos el ruido con un prolongado silencio que no es más que el eco de un beso… Como si ello no fuera de por sí más que suficiente, está esa naturalidad con la que puedo ser yo mismo cuando estoy con ella, sin tener que adoptar poses formales, ni una absurda sumisión para no desentonar con su entorno, sumada a su propia naturalidad al ser, que la vuelve cada vez más encantadora para mí…
Ni en la más completa lista de 500 características, cualidades, actitudes, aptitudes, inclinaciones, gustos y aficiones, que yo pudiera haber redactado, o tan siquiera tentado imaginar, podría haber descrito la real magnitud de todo cuanto es ella… y francamente me alegro de no haberlo hecho, porque es más especial –así como ella- el ir descubriendo esas pequeñas cosas cada día, en cada palabra, con cada anécdota y en todas las miradas que me dejan callado y extraviado en sus preciosos ojitos marrones…
Si hay un adjetivo que se atreva a hacerle justicia… definitivamente sería “especial”… porque todo lo demás que pude, puedo y podré pensar en atribuirle… queda tácitamente evidenciado cada vez que la veo, y pretender enunciarlo significaría pasarme los próximos diez años sentado frente a esta computadora escribiendo hasta desgastar mis dedos si no el teclado… (y para ser honesto, mi amor, prefiero desgastar mis manos enteras, acariciándote)…
Aquí o en Taipéi, sabiendo por qué o ignorándolo por completo, y así te interese saber ese por qué o no… eres la primera persona a la que de verdad y sin exagerar, realmente puedo decirle lo especial que es, porque así lo siento… y eso mi Caperucita, te hace para mí la personita más especial que he conocido… y sin dudarlo, la única a la que quiero seguir conociendo…
Te quiero mucho, podrías quizá decir que tu más… pero eso es sólo hasta que yo te demuestre lo contrario…
Dichosas sean las coincidencias… qué más se puede decir…
4 comentarios:
No hay duda, el lobo está enamorado :D
Ampayado y orgulloso :D ^^
¿y te atrevias a burlarte de mi cuando hacía un post "maricón"?
jaja
Saludos Lobo!
Jajaja, yo soy un romantico confeso mi querido Huracan... xD pero tu a veces te pones medio homoerotico xD igual se te quiere un chingo carnal!!!
Saludos
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