jueves, 7 de febrero de 2013

Suele Suceder Súbitamente


No sé bien cómo empezar a decirlo, no soy aficionado a los confesionarios ni a los textos que resalten virtudes y encantos, la sola idea me resulta en suma edulcorada, innecesaria hasta cierto punto, si tranquilamente podría decirlo en, tal vez, una llamada o mejor en persona, como preludio a un brindis de tu boca, pero a veces escribir, peculiarmente desde lejos, se torna un necesidad, diría que casi patológica e irrefrenable... Será que…

Me gustas, más allá de lo que la lógica y el pragmatismo considerarían prudente, me gustas más de lo que pensaba en un inicio, más de lo que sería conveniente; te lo he dicho callado, susurrando cerca a tu oído y, por escrito, hoy lo ratifico, y no hace falta andarlo gritando, si al fin y al cabo a mí, de ti...

Me gusta tu mirada de ojos espontáneos y cómplices, sinceros hasta por demás, oscuros pero con la curiosa habilidad de parecer brillar, bajo la luz más tenue, aún en la más contundente opacidad. Me gustan porque me puedo detener a verlos, hasta que irrumpas mi contemplación con una pregunta; me gustan porque sí, así sin más…

Me gustan tus labios, cuando se mueven y me dejan quieto, cuando están quietos y me dejan moverme, cuando bosquejan una sonrisa y cuando despacio te los muerdes. Me gustan y no es lo mismo que decir que me encanta tu boca, sobre todo cuando se anima, anónima, a colisionar con la mía, a invadir mi espacio por breves segundos, plantando cálida su bandera de conquista, tumbando la trinchera de mis dientes…

Me gustan tu risa y tu voz al teléfono, por distintas razones y al final por la misma, porque provienen de ti, naturales, sin impostarse, sin que las busque con desespero, con ese tono preciso que a las comisuras de mi boca hacen curvarse. Me gustan, pero más me gusta tu voz cuando se siente cerca, cuando el vaho de tu aliento se vuelve una niebla en mis sentidos y casi casi puedo sentir la humedad de tus palabras…

Me gusta tu piel tan blanca, pues se me hace un lienzo sobre el cual pintar mis insinuaciones, y con tinta indeleble tratar de tatuarte una dentellada descarada. Me gusta, pues me evoca a una tundra congelada, delicada como un cristal, fría, perfecta para un amante de lo gélido como yo, ideal para despertar las ganas de encenderla y elevar su fuego hasta derretir sus glaciares y dejar un océano en su ubicación, en la habitación…

Me gusta que seas pequeña, porque dimanas esa ternura que dices odiar y niegas tener, porque puedo rodearte en un abrazo, porque me cabes perfecta en el pensamiento y en el sencillo lenguaje donde te menciono ante mí mismo cuando en mi cabeza tengo una historia que contar sobre los dos. Me gusta porque así podré llevarte en el bolsillo de la memoria hasta el siguiente instante en que te vuelva a ver. Y te confieso que me gusta, también, porque para besarme debes ponerte en puntas de pie…

Me gusta que tomes la iniciativa, que no te detengas, que tomes lo que quieres sin que te moleste lo que piensen los demás, que los convencionalismos te sean ajenos, que te aburran, aunque confieso que en el fondo quisiera algo convencional contigo, una etiqueta, una atadura, de esas que prefieres evitar, pero sobre todo, que tú la quisieras conmigo…

Me gusta que vueles libre porque traes de regreso el viento bajo tus alas, desde lejanas distancias, donde te proyectas en tiempos futuros, evocando horas pasadas, caminos andados, millas amontonadas en historias que siempre quiero escuchar. Me gusta tu libertad porque refresca, porque algo de ella se irradia hasta la rutina que por ahora debo cumplir, porque me rescata….

Me gusta que las letras no te sean ajenas y que sus mundos compartas y comprendas, que tu prosa justos lauros recibiera y que tus versos, aflorando desde lo más propio de tus pupilas, refleje la sensibilidad que hay dentro de ti. Me gusta porque tienes alma de artista, bohemia, indómita, amiga de la noche, enemiga de los despertares al alba, amiga de las letras de las canciones de melodía vetusta y vintage

Me gusta que me gusten esas cosas de ti, me gusta que hayan despertado mi interés y que ahora me llamen la atención. Me gusta decírtelo en esta ocasión, sin rodeos y sin que intervenga ninguna molécula de etanol…

Aun no sé por qué, eso también lo he dicho ya, pero forma parte del encanto que tiene todo esto… No sé si algo más pasará, si esto tiene algún eco en ti, si sucede algo similar en tu lado de la acera, si algo en el transcurrir de los días tomará alguna forma y/o formalidad, o si cercanos al final haremos como que nada pasó y seguiremos viviendo con normalidad…

Que todo fluya… y que el punto final, si es que se llega a anotar, deje su marca de tinta donde tenga que estar…

martes, 5 de febrero de 2013

Retazos blindados de un corazón...


En otras circunstancias podría escudarme en esa frase que tantas veces repetí, aprovechándome de mi ventaja, de mi saberme deseada, admirada, querida, incluso amada. Decir abiertamente, no eres tú, soy yo... pero aquí somos los dos, eres tú tan igual como yo. Tu forma de ser, tus ojos capaces de ver la vida sin ataduras, tu sonrisa que parecía saber escudriñarme, tus deseos de liberarme de lo que llamabas tedio, tu vocación de tripulante, de marino mercante, de motorista transfronterizo, de alquimista de países. Tu forma de ser especial sin proponértelo, sin imponerme que aceptara que lo fueras. Eres tan culpable como yo. Eres tú, y sí, también soy yo.



Hay, y habrá siempre, algo que para mí te hará especial, que lo merezcas o no, no me toca a mí decidirlo, aunque estuvo en mis manos, pero cómo adivinar el camino que tomaría todo esto aunque bien pude intuirlo. Es tu mérito y lo respeto, algo de mí se quedará contigo y tu ni siquiera estás enterado, nunca te lo pude decir, creo que eso al menos no va a cambiar. Algo tuyo viene conmigo, y será inevitable evocarte en días que seguramente llegarán, pero por ahora se avizoran muy lejanos, y así estpa bien para mí.



La gran equis de Tápies. Gracias Lobito, no serás tu, pero para mi eres.
Quizá nunca llegues a saber lo especial que pudiste llegar a ser para mí, ni conozcas la ilusión que me hizo conocerte, tratarte, querer leerte como un libro nuevo, de esos en los que la tinta y el papel se huelen distintos, refrescante. Lo sé, soy todavía una niña, enamoradiza, que pretende ser fuerte, que despotrica del amor, pero que lo anhela demasiado. Ok, no te puedo culpar por ello, la culpable soy yo.



No quiero repetir historias que pensé quedaron atrás. No quiero que me vuelva a pasar, no pienso aceptarlo. No sé si puedas garantizar que no pasará, pero lo que he visto hasta ahora me lleva a sospechar que de los dos yo saldré más magullada. No voy a correr el riesgo, aunque muera por hacerlo. Me adelanto a los hechos y te digo que no sólo me gustas, pues  en mi boca ya se veía la forma de un cercano te quiero, sí, en poco tiempo y a tropezones... Sé que de la tuya no saldrá, al menos no cuando lo necesite, pero es momento de reconciliarme con la idea de que tengo un valor, y debo respetarlo. Hasta que llegue un afecto que quiera ser un mejor postor, es momento de blindar los retazos que me quedan de corazón. Ya no te los daré, lamento mucho si pude generar expectativas... te confieso que yo también me las generé...


Te agradezco por tu tiempo, te agradezco por incluir el mío. Al salir cierra la puerta, por favor, no sea que entre el viento y me dé un soplo al corazón.…